Lunes de papel /
EMILIA GUIJARRO

Según los sondeos de opinión de Metroscopia, los españoles queremos que la ayuda al desarrollo a los países del Tercer Mundo se dedique, en primer lugar, a la erradicación de la pobreza infantil en África y otros países. A erradicar la malnutrición infantil. Loable propósito y loable deseo, pero insuficiente.

Es natural que nos indignemos viendo las imágenes de esos niños que lloran, muertos de hambre, esqueléticos, y rodeados de moscas que le zumban alrededor. Pero la ternura y el dolor de esas imágenes no pueden hacernos olvidar a esas madres que los acunan, que los llevan colgados días y días de unos senos secos como ubres de ovejas famélicas, madres mayores, adolescentes, niñas, madres enfermas, madres golpeadas y violadas en las guerras, sin casa ni techo, madres que recorren kilómetros para buscar unas gotas de agua.

Y no podemos olvidar tampoco a esos jóvenes que no se resignan, que huyendo de la miseria, recorren miles de caminos para acabar estrellándose sobre las vallas de Ceuta, desgarrándose la piel, sorteando los golpes de los represores que les asaltan a lo largo del camino.

Lo que ha pasado en Ceuta, los acontecimientos que han acabado con la vida de quince personas, ha hecho correr ríos de tinta indignada, pero no es suficiente. Hay que esclarecer los hechos, investigar lo que ha pasado y buscar responsables.

Acabar con el hambre es el primer objetivo del Milenio, que incluye reducir la pobreza extrema

Hoy nuestros jóvenes también se van, también huyen del paro obligado, como se fueron los españoles que huyeron de España, en carabelas y goletas en el siglo XVI, y gritaban ¡Tierra a la vista!, cuando llegaban a América.

Pero también a nosotros, a los europeos del sur, a los portugueses, italianos, griegos y españoles nos empiezan a poner candados, «concertinas» administrativas. Hoy han abierto el peligroso camino los suizos, pero no tardaran en sumarse otros.

La Ayuda al Desarrollo en su conjunto debe ser una prioridad, no solo para los niños, sino para todos los pueblos del mundo. Acabar con el hambre es el primer objetivo del Milenio, que incluye reducir la pobreza extrema, frenar la propagación del SIDA y garantizar el acceso a una educación primaria, con la vista puesta en 2015, es un modelo acordado por todos los países del mundo y todas las instituciones de desarrollo. Desde su implantación los objetivos del Milenio han servido de estímulo sin precedentes para suplir las necesidades de los más pobres.

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