Desde mi ventana
Carmen Heras
Cuando hace unos años los partidos clĂĄsicos decidieron que habĂa que renovar las fachadas, hicieron una âlimpiaâ de personas con edad. Sin contemplaciones. No buscaron mejores intelectos, ni mejores discursos y dialĂ©cticas, buscaron la juventud. De manera genĂ©rica y sin matices. No dieron salvoconducto a nadie, salvo a quienes eran seguros vencedores en sus zonas, al resto se les apartĂł con mayor o menor elegancia. El pretexto estaba servido: habĂa que dejar paso a las nuevas generaciones; todo el mundo tiene el derecho a ser candidato a un puesto pĂșblico; se precisa ofrecer unos rostros nuevos, porque el votante se cansa de ver a los mismosâŠPersonas muy vĂĄlidas fueron apartadas y un montĂłn de gente nueva tomĂł el relevo.
Trabajar con personas jĂłvenes tiene sus ventajas. Para quien se cree de veras que todos pueden ser sustituidos -salvo Ă©l mismo- la gente primeriza ofrece inexperiencia y por tanto docilidad. Iniciando la vida, la pericia es limitada y por tanto son elementos fĂĄciles de conducir, cuando hay consignas y una retribuciĂłn econĂłmica, superior a la que seguramente estarĂan disfrutando con sus propios medios. Eso, por no hablar de ese sentimiento nuevo de âtocar poderâ, aunque no sea verdadero. AsĂ se escribe la historia. Cada caso de sustituciĂłn de unos por los otros, aun siendo especĂfico, posee caracterĂsticas similares en lo que se refiere al trato (mĂĄs o menos empĂĄtico) de los veteranos con los nuevos
Me han contado que, recientemente, un grupo de histĂłricos dentro de un partido, reclamaron, a algunos de los que antaño fueron sus lĂderes, su regreso al mando: que comiencen proyectos, que los hagan partĂcipes de los mismos, que propicien estĂmulos ideolĂłgicos, que formen grupo, aventurĂĄndose por la senda de entoncesâŠSon los mismos que -cuando los de este modo interpelados cayeron en desgracia- guardaron un silencio cĂłmplice (eso si no se alinearon claramente con los âvencedoresâ) e incluso criticaron con inefable crueldad las acciones de aquellos. Me dicen que la contestaciĂłn que recibieron fue: âDadnos una buena razĂłn para hacerloâ Âżvolver? Âża dĂłnde y con quienes?â No han entendido estos âproponedoresâ cuĂĄn amarga fue la incomprensiĂłn que muchos vivieron. Repleta de necedad y miopĂa.
Y hablando de esto recordĂ© una novela escrita por el escritor estadounidense J. Fenimore Cooper en 1826, y que luego serĂa llevada de manera libre al cine con Daniel Day-Lewis de protagonista. El tĂtulo âEl Ășltimo mohicanoâ hace referencia a lo que un personaje de la misma, Chingachgook, dice en un momento dado: âCuando Uncas siga mis pasos, no quedarĂĄ ya nadie de la sangre de los sagamores, pues mi hijo es el Ășltimo de los mohicanosâ. El escritor adoptĂł esta tesis en la novela, sin percatarse de que el pueblo mohegan nunca se extinguiĂł. AĂșn hoy siguen sobreviviendo, y son una tribu reconocida federalmente, si bien en la actualidad viven mezclados con los lenapes y residen como una sola tribu en la Comunidad Stockbridge-Munsee en Wisconsin.
ÂżQue por quĂ© digo esto? Amigos, porque puede que los Ășltimos mohicanos de alguna vieja tribu antigua que se precie, tampoco hayan desaparecido y solo suceda que no deseen intervenir en este momento. Quien sabeâŠ