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Desde mi ventana /
Carmen Heras

No me hagan mucho caso, hace tiempo que no estoy muy segura de nada o al menos de algunas cosas. Pero tengo la sensación de que hemos dado un salto en el vacío. Sin red. Esto que digo no está de moda. Asisto con asombro a la crítica despiadada con la que se reciben algunas ideas o sugerencias de gente muy ensalzada y a las que ahora, por mor de las circunstancias, se crítica. Véase por ejemplo a Felipe González.

Porque esa es otra, todo el mundo aspira a vivir un poco mejor, pero habla mal del que lo hace, en un infantilismo de alpargata que reduce demasiado los preceptos e ideologías. Si vive bien, no puede seguir siendo progresista y listo en el análisis. Y debe callarse. Confusionismo entre las distintas clases de moralidad. En el fondo creo que leemos poco y rápido y viajamos no más que a la vuelta la esquina, recubiertos del manto de los prejuicios, desde los que no analizamos nada distinto de lo nuestro, no sea que nos confundan y tengamos que cambiar de criterio o de punto de vista.

Luego sales al exterior, a otras costumbres, a otras sociedades y si no te obcecas observas otras formas de vida que tienen sus ventajas sobre la nuestra de siempre. También sus desventajas, claro. Porque todo es como las monedas, con cara y envés. Y una decisión te lleva a otras, que incluye y excluye opciones. Y todo cuesta. Y el que no se de cuenta está engañado. Porque en la vida no hay nada gratis. Y es preciso saberlo y optar. Lo demás es inmadurez.

La simplicidad de la presentación de algunos idearios políticos a la gran masa ha hecho creer a muchos que por el mero hecho de existir se lo merecen todo, sin necesidad de sus contraprestaciones a la caja común. Pero una caja está vacía mientras no se la llena y esto que pareciera una obviedad, es tan claro que permite entender un poco lo que está pasando. La creación de unas condiciones generales de vida no puede recaer sólo en la Administración si al tiempo consideramos (en las modernas creencias democráticas) que Administración somos todos. Así que nada de sentarse a esperar el santo advenimiento y más salir a buscar. O a crear. O a construir. O a prestar intelecto. Sin tirar del manido concepto de que siempre hay un culpable en singular o en plural y los otros, el pobrecito pueblo, son víctimas de truhanes sin escrúpulos. La economía sumergida existe, ¿verdad señores?

Porque a mí más que las caras conocidas, lo que me hastían son los discursos. Que hay que ver lo poco que han evolucionado. Los de unos y los de otros. Hay un conservadurismo en ellos que ataca por igual a todos los partidos políticos. En la forma de identificar las causas, en la manera de buscar caminos, en las respuestas de siempre a los problemas de siempre. La duda es si merece la pena avanzar. Decía un amigo del Facebook que a veces la corrupción no está en lo económico sino en las palabras y pienso que razón no le falta. Se pronuncian los adjetivos grandiosos para tipificar fenómenos pequeños. Se establecen alabanzas a personas o hechos muy normalizadas en su proceder. Son tiempos raros.

Es necesario salir del engranaje. O no, claro. Porque a muchos les va muy bien en él. En el 2016 se publicará la traducción al español de «SPQR: A History of Ancient Rome» un libro de Mary Beard cuyo asunto central es la relación entre los tiempos actuales y los de declive y destrucción del imperio romano. También ahora las circunstancias son de final de una etapa y para llegar a otra y dar respuesta a sus preguntas hacen falta mentes preclaras o al menos distintas, que puede que deban llegar desde afuera. Porque lo de dentro solo es cosmética y engaño al personal. Ello se producirá. Lo que no se es en cuanto tiempo.

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