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La amistad y la palabra /
Enrique Silveira

No corren buenos tiempos para F. Alonso. El otrora campeón no consigue llamar la atención de los medios a no ser porque colecciona avatares y desgracias. He de confesar que la Fórmula 1 no me interesa mucho y reconozco no ver en ella más que unos cuantos coches riñendo entre sí a velocidad de vértigo y en la que suele ganar aquel que invierte menos tiempo en cambiar las ruedas. Me asombran estos especialistas en tornillería fina, ataviados como si acabarán de descender de una nave espacial que consiguen en menos de diez segundos lo que los humanos de a pie dejamos ya hace tiempo en manos de los técnicos sin que se vea menospreciada nuestra capacidad.

Sin embargo, mi cuñado Julio, chispeante y vehemente como pocos, derrocha pasión e inusitado interés en estas pugnas sobre ruedas. Maneja con singular propiedad la terminología al uso, a pesar de que esta es un maremágnum de siglas y anglicismos ( DRS, slick, pit lane, pole postion, KERS, cokpit…) entre los que uno se extravía nada más comenzar.

Cuando coincidimos durante la trasmisión del gran premio, cosa que ocurre más veces de las que a él le gustaría, surge en mí una despiadada socarronería e interrumpo para saber, por ejemplo, si desde la radio del coche podría el piloto contactar con sus seres queridos, equipo técnico aparte, o si la organización le permitiría salir quince minutos antes para compensar las supuestas carencias de su vehículo. Una mirada basta y omito cualquier otro comentario, so pena de enturbiar nuestras buenas relaciones.

He de confesar que la Fórmula 1 no me interesa mucho y reconozco no ver en ella más que unos cuantos coches riñendo entre sí

Solo entonces descubro en los comentarios incorrecciones sonrojantes. El uso de los numerales no es fácil, sobre todo si el antaño triunfante Alonso deja de frecuentar el podio. Últimamente suele tener una decena de rivales delante, lo que le sitúa el undécimo, decimoprimero o, simplemente en el puesto once, pero en ningún caso el “onceavo”, ya que este es un numeral, sí, salvo que partitivo o fraccionario lo que supondría que ha llegado a la meta una sola parte de las once en las que ha sido dividido el monoplaza con el español dentro, y eso sí que sería un verdadero infortunio.

Los rivales de Alonso son avezados conductores, o sea, no son conductores cualesquiera y esto me da pie para recordar a los dicharacheros comentaristas que el indefinido cualquiera es excepcional (cualquier antes del sustantivo y cualquiera tras él ) y forma el plural cualesquiera.

Bien, esperemos que cualquier año de estos, vuelva Alonso a lo más alto del cajón y abandone los baños de sol.

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