El previsible NO del Congreso de los Diputados esta tarde (viernes) a la investidura de Mariano Rajoy nos avoca a unas terceras elecciones en Navidad a no ser que el resultados de las elecciones vascas y gallegas den un vuelco a la situación actual. Este resultado después del intento de Pedro Sánchez en las pasadas elecciones nos deja un rotundo resultado: nuestros partidos políticos son incapaces de lograr acuerdos entre ellos y muestran un inmovilismo indigno de la sociedad a la que representan.
Si decepcionante es el habitual e histórico enfrentamiento entre Partido Socialista y Partido Popular, ridículo y sonrojante me parece la pugna de los partidos del cambio, esos que venían a hacer nueva política y que se suponían un aire fresco para la clase parlamentaria española. Ellos mismos, sin nadie que les obligase, se han marcados como límite poder estar en un mismo pacto. Sus líneas rojas son disputarse el voto del descontento y frenarse mutuamente vetándose en los pactos unos a otros, ¡qué tristeza!, ¡qué decepción!.

En España nos encontramos con un sistema político conformados por departamentos estancos, cimentado a base de muros de hormigón que no posibilitan ni la mínima porosidad de ideas y trabajo en común.

Al margen de las pequeñas representaciones regionales, en España nos encontramos con un sistema político conformados por departamentos estancos, cimentado a base de muros de hormigón que no posibilitan ni la mínima porosidad de ideas y trabajo en común. Por un lado los nacionalistas catalanes y vascos en un carrera hacia la independencia o el fracaso, y por otro, cuatro partidos enfrentados entre sí y que parecen divertirse en este juego de enfrentamiento continuo que no lleva a ninguna parte más que al desencanto y la desilusión de los ciudadanos.
Si los nuevos partidos, Podemos y sus confluencias y Ciudadanos, habían supuesto en un principio un aire fresco, el abandono de los ideales que promovieron el 15M en el primero, y la obsesión de los segundos porque no gobierne el partido morado ha provocado que cada vez se parezcan más a sus hermanos mayores, y, que esa ilusión por ver una nueva forma de hacer política se desvanezca.
Nueva política y líneas rojas no deberían formar parte de la misma frase. Y si no quieren morir antes de empezar, Podemos y Ciudadanos deberían recapacitar sobre su relación actual.

Si te viera Schopenhauer / Sergio Martínez

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