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Historias de Plutón  /
JOSE A. SECAS

Sigo utilizando esta columna como terapia. Reflexiono en voz alta y, aparte de que entretenga o sirva para quien la lee, trato de aplicarme el cuento, a propósito de lo que escribo, aun a sabiendas de que me es muy difícil predicar con el ejemplo. Somos muchos los que decimos “digo” y hacemos “Diego”. Aunque trates de ser coherente, normalmente ves con más facilidad la paja en el ojo ajeno que la viga en el tuyo y te pasas el día dando consejos que bien podrían ir dirigidos a ti mismo. Este, por un lado, espíritu de contradicción, entronca perfectamente con otro problema con el que nos enfrentamos a diario (empezando por el que suscribe): hablamos mucho y hacemos poco.

Las filosofías orientales y la sabiduría popular manejan el mismo idioma. Me da igual el proverbio indio que dice que “cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio” que el refrán castizo que recuerda que “en boca cerrada no entran moscas”… pero, algunos, no podemos evitarlo. Aunque los años nos hayan hecho ganar en prudencia (a base de hostias), la tendencia de los bocas, boquiquis y bocazas es largar sin medida. Cuando aderezas la incontinencia verbal con impulsividad  e inconsciencia, la cosa puede ser terrible. No digo más.

Aunque los años nos hayan hecho ganar en prudencia (a base de hostias), la tendencia de los bocas, boquiquis y bocazas es largar sin medida

Por otro lado, creo que la capacidad de expresión (oral y escrita) es un rasgo sobresaliente de la inteligencia humana. En este caso, los -vanidosos- que manejamos bien las herramientas del lenguaje  hacemos gala de nuestras habilidades dándole al pico con profusión y alegría y poniendo en negro sobre blanco las pedradas, ocurrencias, ideas, reflexiones (y otro montón de sinónimos más,  graduables de menor a mayor valor).

Yo sigo levantando perdices empujado por una imaginación a la que no pongo coto. Se me ocurren canciones, negocios, inventos, performances, guiones, chascarrillos, soluciones, iniciativas, palabras, enfoques, interpretaciones, etc. Aunque vayan sin pasar por el tamiz de la prudencia y la reflexión, ahí las suelto todas porque pienso que les doy una oportunidad. El hecho de transmitirlas permite que existan. La validez, vigencia o bondad de la propuesta la dará el tiempo o será dictaminada por el público y la crítica. A mi, una vez parida, me preocupa poco. Soy generador. Genero mucha mierda pero por lo menos, propongo, ofrezco y creo. Ya sé que gran parte de las perdices que levanto no las mato; pasa eso hay gente mucho mejor preparada que yo.

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