Desde que los primeros seres humanos identificaron –posiblemente por el olfato- los sutiles poderes que se encerraban en las plantas, atribuirían sus virtudes a algo invisible y sutil que las habitaba: al mundo de los espíritus y a la magia, entendida ésta no como un acto de fe, sino como un esfuerzo en el que se unen de la mente consciente y el poder inconsciente para lograr una concentración de fuerza y energía dirigidas a la consecución de un objetivo.
La mayoría de los herbarios se empezaron a escribir en la antigua Grecia, y en ellos se entremezclaban sus usos medicinales con sus aplicaciones rituales o mágicas. Esos libros fueron copiados y recopilados durante siglos, esparciendo aún más las tradiciones de la magia herbal. El abedul es el árbol de la docilidad, pertenece a Mercurio.
Los romanos lo empleaban para confeccionar las antorchas con las que iluminaban el camino de la novia hasta la casa del esposo, como símbolo portador de felicidad, ya que era considerado como el instrumento de la influencia cósmica positiva para la nueva pareja. La acacia es el símbolo de la amistad y por eso, en el lenguaje de las flores, regalar un ramo con hojas de acacia significa constancia. Forma parte importante en el rito de iniciación a la masonería, sobre las ropas del nuevo miembro representa la inocencia, la incorruptibilidad y la inmortalidad. La achicoria para librarnos del peligro de ser engañados o defraudados, simboliza la castidad y la paciencia. Dedicado a Démeter. Hay que cogerla cuando el sol está en Cáncer, preferiblemente a las horas de Saturno y “hablar” con el elemental de la planta explicándole que va a ser usada para confeccionar talismanes.
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