La temperatura de las palabras
José María Cumbreño

En la segunda acepción que el Diccionario de la RAE ofrece de la palabra “manifestación”, puede leerse lo siguiente: “reunión pública, generalmente al aire libre y en marcha, en la cual los asistentes a ella reclaman algo o expresan su protesta por algo”.

Como no termino de verlo claro, busco “reclamar”. A ver si ahora. De “reclamar” se dice: “pedir o exigir con derecho o con instancia algo”. Me fijo en que al lado aparece la abreviatura “tr”, lo que significa que es transitivo, o sea, que necesita complemento directo. No. Esto no pretende convertirse en una clase de lengua ni nada por el estilo. Pero es que necesitaba estar seguro de que no se me había olvidado qué significaba “manifestarse”. Que reclamar sea transitivo implica que se pide o se exige algo. A alguien, claro.

Han gobernado este país y esta región durante décadas sin que les haya importado un comino que nuestra red ferroviaria fuese, poco a poco, deteriorándose

Y es que, viendo algunas imágenes y leyendo algunos comentarios que se vertieron sobre la manifestación del dieciocho de noviembre en Madrid, más parece que se trataba de una romería. A ratos se diría que aquello tenía poco de reivindicación. De hecho, a algunos políticos se les llenaba la boca repitiendo que en realidad esa manifestación no iba contra nadie. Supongo que lo dirían para intentar que terminásemos pensando que lo de padecer el peor tren de España era algo así como una fatalidad en la que nadie (y mucho menos ellos) había tenido nada que ver.

Suele suceder en estos casos que algunos se esfuerzan por escurrir el bulto con el argumento de que hay que estar unidos por una causa mayor y que no es tiempo de discrepancias. Para algunos demócratas de toda la vida nunca es buen momento. Y, sin embargo, los matices son esenciales. Porque por supuesto que hay responsables de que suframos el tren que sufrimos. Responsables son Felipe González, Aznar, Zapatero, Rajoy, Ibarra, Monago y Vara. Que no se hagan los suecos. Ellos han gobernado este país y esta región durante décadas sin que les haya importado un comino que nuestra red ferroviaria fuese, poco a poco, deteriorándose.

En la manifestación del dieciocho de noviembre, si tuviesen algo de vergüenza, no debería haber estado ningún político. Ninguno. Ni aunque llevase perrunillas.

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