Desde mi ventana
Carmen Heras

No creo que el problema de la Educación se resuelva mientras no se involucre al profesorado. En todos los niveles: primaria, secundaria, universidad. Y el profesorado no puede sentirse involucrado si no se les escucha convenientemente.

Llevo toda mi vida embarcada en la nave de la educación. Por convencimiento y por oficio. No me considero una experta, entre otras cosas porque mucho ha cambiado el mundo durante estos últimos veinte años, pero algo de experiencia sí que he adquirido. Y les digo que una cosa es ser educador y otra, funcionario de nueve a seis. O de nueve a dos. Pongan ustedes el horario que gusten.

En un proceso educativo intervienen los docentes y los discentes, el entorno y la familia. Quien crea que la escuela es la que educa, se equivoca, pues más tiempo pasa el alumno en otros lugares, con otras gentes y otros estímulos que en ella. Debe el profesorado tener autoridad ante los escolares y ésta se la da su propio esfuerzo por ser eficiente, y la sociedad. Dentro del primero está la preparación, la inicial (que debe ser abundante y selecta) y la continua (que ha de actualizarle continuamente para su cometido).

La primera se la da la universidad. La universidad que, salvo contados ejemplos, ya no es un grupo elitista de sabios con conocimientos. Como tiene también la obligación de investigar, aquellos que inician su tarea laboral en ella, deben repartir su tiempo y sus esfuerzos entre los campos docentes e investigadores. Y para ser estables han de demostrar unas determinadas cuotas de lo segundo que rara vez se inclinan por lo didáctico y su importancia en la enseñanza. Se da la paradoja de que el profesor cobra su sueldo por enseñar, pero como para poder ascender en la escala debe demostrar su sapiencia investigadora, dedica más su tiempo a esta faceta que a preparar un buen itinerario y dar unas buenas clases que de verdad formen al alumno. Así que las explicaciones docentes son, en demasiados casos, muy de andar por casa, muy del montón. Y los exámenes, rutinas aprendidas, tests fáciles de corregir con calificaciones que no ofrezcan dudas para así no tener que revisar, etc.

Y luego están los alumnos universitarios. Que llegan de todo sitio y condición. Y con esto no me quiero referir a su estatus económico necesariamente. Como estudiar una carrera universitaria es hoy tan asequible, con los centros a la puerta de sus casas y con puntuaciones de acceso (por lo general) tan livianas, muchos de aquellos llegan a un lugar de estudio por el que no sienten ninguna atracción y lo que es peor, con ínfimos recursos académicos, fruto de la benevolencia de tantos y tantos claustros de profesores, que hace tiempo “tiraron la toalla” y de tantas familias que deciden la faceta de estudiantes de sus hijos porque (arguyen) con 18 o 19 años en donde van a trabajar”. Y al Estado le viene bien porque así no engrosan las listas del paro. Al final todo esto es un totum revolutum y los resultados carecen de verdadera eficiencia en un sistema, para unas gentes y para una sociedad, fuertemente desestructurada, tecnológicamente avanzada y con problemas de empleo para los jóvenes.

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