La bruja Circe

Mi vecino es de la Esperanza y el de más allá de la Soledad.

Su fe está puesta en esas imágenes de madera o cartón piedra, se pegarían por ello y hasta adoctrinaran a sus hijos para que las dancen como si de una fiesta de Ball se tratase.

Pobre Moisés empeñado en que no se adorasen imágenes porque ninguna imagen puede representar la grandeza de Dios.

Pero los humanos somos astutos y así la iglesia, comprendiendo la importancia que tienen las imágenes como representación de una idea dijo, no se pueden adorar imágenes, pero… Se pueden… venerar. Así se las pone bajo la advocación de un santo o el arquetipo de la madre, una virgen y nos saltamos la norma.

Solucionado el tema y de ahí que con cada cualidad arquetípica que antes se les atribuían a las diosas, ahora tenemos cientos de advocaciones de vírgenes, tristes y alegres, blancas o negras, milagrosas o esperanzadas y muchas de ellas por nuestro contexto cultural con una preciosa imaginería unas peanas lujosas, adornadas en flores y velas y una puesta en escena que estimula la admiración y mueve las emociones.

Y de ese modo la fe gana por goleada, los fieles no tienen que conocer la teología, ni los libros sagrados es más no tiene ni que seguir las normas de su iglesia, que para eso está el perdón.

Aquí a qué negarlo, las procesiones son espectaculares, organizadas, contenidas, cada vez su organización es mejor.

Las hacían los romanos, los antiguos pueblos europeos, los del antiguo Egipto y en Mesopotamia, hasta en china y en Japón y todos los estados y agrupaciones religiosas se ha aprovechado de esa tendencia. Por eso cada día tenemos más turismo que acuden a la Semana santa.

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