Desde mi ventana
Carmen Heras

Ignacio de la Torre, economista y profesor de IE Business School, escribe un interesante artículo sobre los problemas de la metropolización en España, su relación directa con la pérdida de habitantes en las ciudades medianas y su consecuente influencia en el declive de las zonas rurales que las rodean. Su contundente aserto (basado en datos reales) de que España se encuentra a la zaga de otros muchos países en la búsqueda de soluciones, me hizo pensar en este problema, que desde hace mucho se viene produciendo en nuestro país y en sus importantes consecuencias para el futuro. Todo, producto de la revolución tecnológica, incrementada ahora con la llegada de la inteligencia artificial.

Lo que digo resulta evidente, es algo que todos sabemos y apreciamos en nuestros entornos, nuestros chicos se van a otros sitios con mayor afluencia de personas y oportunidades. Incluso a la hora de cursar unos estudios universitarios, son muchos los que buscan lugares diferentes al de su origen, y no siempre lo hacen para huir de la casa familiar y hacer su propio camino de aprendizaje y madurez, sino, sobre todo, porque no encuentran aquí las opciones de progreso que los más especializados desean. Terminada la carrera, son bastante menos los que vuelven que los que organizan su vida laboral y personal lejos, en metrópolis donde la existencia de una red de empresas específicas les garantiza un entorno más rico en oportunidades y mejores salarios.

Es verdad que existen también los que se quedan y cuando lo hacen, no es (precisamente) la productividad, la oferta variada o los sueldos altos lo que les motiva. Pero no constituyen la generalidad, por el contrario una inmensa mayoría sale hacia las grandes ciudades que, por amplitud y situación, disponen de circuitos, agendas, etc. (en su interior y alrededores) que, al retroalimentarse mutuamente en cada uno de los campos específicos y transversales, ofrecen mayor oferta de opciones. Allí, el PIB sube y con él, la concentración poblacional. El efecto adverso es que las poblaciones medianas cercanas sufren la emigración de su sector más formado y las desigualdades demográficas resultantes amenazan con “desertizar” unas partes del país social y económicamente hablando. Es la llamada “desvertebración”. La España de las dos velocidades es hoy ya un hecho palpable. Y las comunicaciones tienen mucho que ver en este asunto.

Es duro constatarlo, pero la fuerte polarización ideológica existente tiende a simplificar un asunto complejo, según la ideología de quien lo observe. Reduciendo los análisis objetivos a círculos específicos cerrados. De ahí que para tener un buen diagnóstico lo primero necesario sería disponer de un estudio de situación sin sectarismos y radicalidades populistas. Sólo entonces sería posible un debate provechoso del que surgieran soluciones factibles y aplicables, más allá de la mera e insulsa propaganda.

Ignacio de la Torre propone copiar los ejemplos de aquellas ciudades que pueden ofrecer ejemplos aplicables en entornos más pequeños. Incidiendo en los aspectos más competitivos de estos últimos, que desde luego (añado yo) no pueden ser tan inabarcables e intangibles como el turismo y el patrimonio, observados de manera genérica. El teletrabajo se ha demostrado no eficaz y desde luego la existencia de una o dos empresas especializadas no garantiza, por sí sola, el efecto “llamada” de hipotéticos trabajadores con mejor productividad y remuneración.

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