Lunes de papel
Emilia Guijarro

Ahora mismo mientras escribo estas líneas, un famoso actor al que admiro mucho me invita desde el televisor a que juegue, a que apueste para conseguir dinero fácil. Dentro de un rato será un jugador de fútbol o un tenista el que me haga otra invitación similar, siempre con el señuelo del dinero fácil. Y así un día tras otro como los anuncios de perfumes de Navidad. Pero yo sé que no soy la destinataria de esos mensajes, que los destinatarios son el público joven que es su campo de acción.

Pero no solo desde las redes sociales se incita al juego, sino también desde las salas de apuestas que en los últimos años han proliferado en todos los rincones del país. Basta pasear por cualquier barrio de cualquier ciudad para ver su crecimiento imparable.

Hagan ustedes una prueba y utilicen Google Maps, tecleen el nombre de cualquiera de las empresas que se dedican al lucrativo negocio del juego y verá como aparecen miles. Este crecimiento de estas salas preocupa a los ayuntamientos y a la administraciones autonómicas porque les obliga a una permanente labor de educación y vigilancia. Pero cómo luchar contra estos gigantes que están dispuestos a invertir cantidades ingentes de dinero para que nadie les arrebate sus codiciadas piezas.

Es el combate de David contra Goliat, pero nos va en ello el futuro de nuestros jóvenes

Es el combate de David contra Goliat, pero nos va en ello el futuro de nuestros jóvenes. En Madrid el aumento de salas ha crecido en los barrios más humildes, en barriadas obreras, y lo mismo ocurre en otras ciudades de España, porque buscan a jóvenes poco formados, obreros en paro, población vulnerable y en riesgo.

Pero no son solo las administraciones las que están preocupadas, la sociedad civil empieza a darse cuenta del peligro que se esconde en esas salas oscuras que incentivan a los primerizos con cervezas gratis o con promociones.

En las últimas semanas en el barrio de Gamonal, en Burgos, los vecinos han empapelado el barrio con esquelas y bandos de aviso por la muerte de uno de los suyos, un joven de veintinueve años, supuestamente arruinado y endeudado por el juego,

En Moratalaz, también recoge la prensa la actividad de los vecinos del barrio contra las salas de juego bajo el lema: «Su riqueza, nuestra ruina». Es evidente que estas actividades preocupan a la población, a los ayuntamientos y a la Junta de Extremadura y la lucha contra las adiciones de los jóvenes viene de lejos, pero nunca han sido tan desiguales los recursos. A pesar de ello hay que seguir insistiendo desde todos los ángulos posibles a través de herramientas formativas a profesionales y familias sin dejar a un lado el control policial. Nos va en ello el futuro de muchos jóvenes.

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