Historias de Plutón
José A. Secas

Los seres humanos nacemos todos iguales, según la declaración de los derechos humanos pero todos sabemos que no es así. Existen fronteras naturales, culturales, sociales o personales que nos separan y encasillan. Allí, dentro de nuestra urna, acompañados de algunos humanos semejantes que comparten dos o tres de los aspectos que nos diferencian de otros humanos, nos sentimos diferentes, nos hacemos grupo, nos unimos en nuestro destino y compartimos nuestros miedos y nuestros anhelos.

Si el día de tu nacencia, el destino (o la predeterminación cósmica superior) coloca tu alma en el reparo general, en un continente u otro, ya te aseguro yo de que tu vida será condicionada por el razones geográficas muy poderosas: tendrás un color de piel u otro, tendrás (o no) agua cerca, tendrás más o menos horas de sol o nubes, calor o frío, vientos o calmas y tendrás cerca o lejos riquezas naturales (animales, vegetales o minerales) de las que podrás (o no) disfrutar o beneficiarte. También puede que haya guerra.

Cualquier continente es muy grande y la orografía ha presentado barreras naturales que han alejado grupos de humanos de sus semejantes. Esos grupos separados por desiertos, mares, ríos y montañas han evolucionado en diferente momento histórico por muchas razones y generado tribus, pueblos, culturas, estados, alianzas, civilizaciones y otra serie divisiones y subdivisiones que se han diferenciado unas de otra y se han excluido y rechazado entre si.

Dentro de nuestros grupos, llegamos a subdividirnos hasta los límites que impone el ente corporal y el individuo; así, los territorios geográficos permiten su división en estados (algunos con fronteras hechas con regla).

(Continuará…)

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