Historias de Plutón
José A. Secas

Estados compuestos por países, regiones, provincias, comarcas, ciudades y pueblos que se dividen en barrios con zonas, con calles, con edificios que tienen varios pisos con apartamentos y casas donde viven familias y personas más o menos agrupadas por vínculos de sangre, sociales, laborales o culturales porque, independientemente de lo aislados que estemos y diferentes que nos sintamos, nos vamos a congregar alrededor de comida y bebida, dioses, banderas, escudos, clubes, logotipos y otras identidades y personas que nos permitan saborear el calor del grupo ante el frío de la solitaria individualidad.

Al abrazar esos grupos de forma consciente y voluntaria, algunas personas pueden desprenderse de condicionantes superiores y trascender a sus barreras primarias impuestas por la nacencia y el condicionamiento geográfico de tus orígenes. Puedes ejercer tu libertad (supuestamente) eligiendo las cosas de la vida que menos influyen en ella pero que más te hacen creer que son las más importantes. Aquí entramos en un nivel superior de clasificación sujeta a las imposiciones del propio ser humano ante sus semejantes.

Tirando del hilo y llegando al individuo indivisible, partiendo del mundo en su globalidad, encontramos que aun podemos separarnos más y más atendiendo solo a la persona física. Aquí surgen las etiquetas evidentes o inventadas: gordos y flacos, altos y bajos, feos y guapos, listos y tontos, normales y tarados, sanos y enfermos… Si entramos en aspectos no físicos y más cercanos a conceptos y pensamientos abstractos, subjetivos y relativos damos con las clasificaciones más definitivas: buenos y malos y nosotros y los otros; pero la separación que más marca, la más cruda, la más general y transversal en el tiempo (desde los remotos anales del hombre) y en el espacio (en cualquier rincón del mundo) es la que nos divide a los personas entre ricas y pobres (y por tanto, poderosos y siervos). Y llegados a ese punto, empezaremos a entender los porqués de todas las demás separaciones.

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