Merry Christmas

Historias de Plutón
José A. Secas

Es imposible encontrar en el calendario una época que acoja más eventos memorables, fiestas con raigambres antropológicas más sólidas y tonterías consumistas más modernas, celebraciones religiosas y paganas y un acumule de acontecimientos encadenados, que las gloriosas fiestas navideñas. Con su calentamiento consumista del black friday, con las inauguraciones y encendidos de luces (pregones aparte), con las plantadas y decoraciones de árboles y/o nacimientos-belenes, con los mercadillos, la caridad de papeleta, los almanaques, las felicitaciones, las loterías, las donaciones, los encuentros entrañables, las compras y despilfarros, las fiestas (una, dos y tres en quince días) de solsticio, de advenimiento, de adoración, de reciclaje y vuelta a empezar… -¿sigo?- con los anuncios (el de cava el primero), los personajes fantásticos, los mensajitos babosos y pedorros, los regalos, las comilonas con o sin cocineo, los juguetes, los deseos, los viajes a casa de…, las fiestas, pre-fiestas y post-fiestas (con brindis, uvas, dulces, bailes, panderetas, resacas…) los niños contentos y asilvestrados, los abuelos emocionados y hartos, los cuñados cabreados y de más, los descalientos, los villancicos, la cabalgata, otra vez la lotería de consolación, los propósitos, los descambios, los recuerdos y vuelta a empezar con cuesta de enero y vamos andando…

Es un despropósito total el grado de banalización y consumismo desmedido

Es agotador, ¿verdad?. Da vértigo la acumulación de estímulos, acciones y reacciones que se precipitan, condicionadas, impuestas o elegidas, unas detrás de otra en tan pocos días. Da la sensación de que se tiene que acabar con todo para comenzar con más (de lo que sea). Es un despropósito total el grado de banalización y consumismo desmedido, de derroche y dispendio, de mentira, vanidad y de locura (en plan mal) y, por otro lado, de luz, alegría, buenos deseos, conexión universal rebozada en amor y dulces (en plan bien) que, lo mires por donde lo mires, es como demasié.

Parece que cuando hay niños de por medio, el trance se justifica y se compensa viendo cómo esa sobresaturación de impactos los revuelve y altera (siempre de buen rollo, por supuesto) y exudan una felicidad contagiosa o, al menos, perturbadora.

Como todas las cosas de la vida, estas fiestas te las puedes tomar como tú quieras. Hay tantísimos elementos de donde escoger que si te aburren o te disgustan es porque lo permites y no sabes elegir. Pienso que al final compensan las trabajeras y las pasadas por los diferentes aros, y que tienen ingredientes suficientes como para que, al año siguiente, volvamos al mismo punto del péndulo y repitamos, con más o menos convencimiento y dedicación, los ritos y costumbres, típicos y tópicos, que nos traen estas fechas tan señaladas.

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