elecciones110815

Desde mi ventana /
Carmen Heras

¿Cómo no hablar de los comicios del pasado día 26 de junio? Si no lo haces, pareciera que no tienes opinión en un país tan dicharachero como España. Porque hay que ver lo qué largamos…

A algunos de los «parlantes» da gusto oírlos y leerlos de lo claro que se explican, pero otros prácticamente «muerden» en cuánto alguien menciona algo que no les gusta. Metafóricamente, claro. Nada les convence. Todos los que no creen férreamente en sus líderes y en sus teorías son enemigos a los que derrotar e insultar. Hay partidos (según ellos) cuyos militantes son todos incompetentes, ladrones y malhechores. No existe la historia, no hay trayectorias individuales, todo comenzó hace cinco años, más o menos.

Porque además, y hay que dar muchas gracias a los publicistas, la política se ha convertido en un objeto de consumo, de usar y tirar sin mala conciencia, sin demasiadas reflexiones. Lo mismo que a sus protagonistas. Subida a los lugares de máxima audiencia, por obra y gracia de unos y otros, ha perdido su carácter un tanto mítico y guerrillero volviéndose algo sobre lo que se diserta, fundamentalmente, como si sólo de un juego de estrategias se tratara. No como algo directamente apegado a la vida de la gente.

¿Que qué me parecen los resultados? Lo primero, que hay que acatarlos. Lo segundo que eran previsibles. Lo he dicho más veces: no creo que sólo sea por esto pero, desde luego, en un proceso electoral tan mediático, tan de estímulos visuales, han llevado las de ganar aquellos que no se alteran en exceso y previamente tienen un plan. Y si encima es inteligente (el plan) y han hecho un diagnóstico acertado de la situación (los planificadores) las posibilidades de obtener más votos que otras fuerzas se vuelven una palpable realidad.

Que el adversario del PP es el PSOE es algo que no merece la pena seguir destacando, por sabido. Para frenar a ese adversario pueden hacerse varias cosas, una de ella ayudar de alguna manera cualquier división en el mismo y a cualquier fuerza que vaya en contra de él. El resto lo hace las propias debilidades del partido en cuestión y del sistema.

Existen los instrumentos para ello: ustedes los conocen. Y las expectativas de muchos votos para fuerzas políticas nuevas, pero crece, al tiempo, el recelo del ciudadano conservador al que aterran las situaciones radicales. Así que a la coctelera todo y a esperar.

No debería extrañar lo acaecido a los que entienden de teoría política, de encuestas, de «cocinas» y estadísticas. Yo supongo que, realmente, no les extraña. Otra cosa es a sus seguidores a los que ahora hay que tranquilizar colocando nuevamente el objetivo de la cámara hacia afuera.

No debieran molestarse quienes han cobrado notoriedad en tertulias, cadenas, radios y periódicos, porque ahí mismo se siga debatiendo sobre la situación de después de las elecciones. Si se aceptan unas normas determinadas en un momento dado se ha entrado en el sistema.

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