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EDUARDO VILLANUEVA

Algunos se preguntan si Christopher Nolan ha arruinado los Oscars… Hace unos años la Academia decidió ampliar la lista de candidatas a Mejor Película (solamente), para que cintas más populares (o mainstream, o palomiteras, como quieras llamarlo) como “The Dark Knight” (“El caballero oscuro”) pudieran colarse entre las nominadas y repeler así la indignación de los fans ‘nolanistas’ (y fanboys en general) que incendiaron la red con ataques a la Academia (y su media de edad viejuna).

De hecho, de forma vergonzosa, la Academia de Hollywood se viene plegando a los intereses de las cadenas de televisión que emiten la gala (en este caso la ABC, es decir, la Disney) y su obsesión por no perder audiencia, año tras año. Así, se amplían las categorías y se elimina de un plumazo la entrega del Oscar honorífico. Horas de alfombra roja, pero no hay espacio para ver cómo la gran Maureen O’Hara recibe su estatuilla con 94 años, porque se hace en una ceremonia más íntima en noviembre.

Volviendo a Nolan, en el caso de TDK la cinta merecía una nominación, porque, sencillamente es difícil encontrar una película de superhéroes con tanto empaque, un guión sólido y lo suficientemente adulta como para agradar a un target más allá del adolescente.

Pero, años después, Nolan sigue sin colar ninguna de sus obras entre las nominadas a mejor película. Esta edición, ha pasado con Interstellar, su visión personal (y la de su hermano, que firma al alimón el guión con el cineasta) del futuro que nos espera en la Tierra y que supone una especie de cruce intelectual (como si de una clase de astrofísica se tratara) entre el “Solaris” de Tarkovsky y la odisea espacial que dibujó Kubrick en los años 60.

Pero “Interstellar” no ha gustado lo suficiente a los académicos, pese a que ha recaudado casi 700 millones de dólares en la taquilla global. Así que podríamos decir que un poco de odio ‘nolanista’ sí que se respira entre esta prole.

Puede que “Interstellar” no sea una película tan trascendente como la de Kubirck o Tarkovsky (el tiempo lo dirá, en cualquier caso), pero es una cinta que sabe hacer un uso preciso del poder narrativo de las imágenes y que desprende una gran carga emocional; algo que no se puede decir de todas las candidatas de este año. Consigue emocionar en numerosas ocasiones, pese a que su guión flojea a ratos y puede resultar demasiado cerebral.

Pero ya se sabe que en los Oscars el cine solo prima a ratos.

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