Desde mi ventana
Carmen Heras

Tenía preparado un artículo para esta semana y he decidido cambiarlo por otro. A fin de cuentas no hay nada tan sencillo como darle al ordenador la orden de “borrar”. Hacerlo es fácil. Una, sentada ante cualquier metafórica cuartilla en blanco, puede escribir de múltiples asuntos, tantos hay en la vina del señor. Ayer, asistiendo a la representación (muy buena, por cierto) de una obrita teatral a cargo de un pequeño grupo de aficionados me di cuenta nuevamente de que la sociedad se estructura por tramos, no siempre uniformes, pero bastante similares a sí mismos, siempre. Entremezclada entre el público, pude observar que aún en un acto aséptico, y muy bien llevado, como en el que estábamos, había color e ideología. Y predominaba una manera de entender el mundo. Y luego estaban los outsiders, los siempre forasteros, los curiosos, los que no encajan, inexorablemente, en ninguna etiqueta prefabricada y que son los maravillosos protagonistas en cualquier literatura que se precie. También en la vida real. Que viene a ser lo mismo.

Porque, desde que el mundo existe, literatura hay mucha. La reciente pandemia ha ofrecido multitud de opciones de texto, que ahora, con los adelantos tecnológicos, es fácil detectar. Parece que todo el mundo se haya lanzado a escribir, lo cuál particularmente a mí me parece muy bien. Las circunstancias de la época también han democratizado este campo y hoy en día cualquier persona con un poco de “posibles” puede financiarse una pequeña edición que al menos comprarán amigos y familiares, y que, si tiene suerte, puede convertirse en un primer paso para algunos futuros literatos del futuro.

Hay literatura bellísima que va directamente a lo emocional. Quien no recuerda el aldabonazo que sintió al escuchar a Neruda en una lectura poética de adolescentes: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche, escribir por ejemplo la noche está estrellada…” Y hay lectura prosaica, pero extraordinariamente importante y que conviene leer, como las crónicas de desastres y guerras. Por poner un ejemplo. Y luego están las noticias diarias de la prensa. Que, por su propia razón de ser, viven en un sube y baja sin distinción, en un sin vivir.

Después de las ultimas elecciones en Andalucía, pareciera que todo el tablero político español se hubiera puesto en pie. En demostración clara de que si los humanos se lo proponen todo es posible. A fin y al cabo eso es la evolución. Que nunca se produce linealmente. Para bien o para mal. Que lo ultimo solo más adelante lo sabremos. Escribí, no hace tanto, que nuestra sociedad es una sociedad débil que necesita reglas y preceptos a montones para saber dirigirse a sí misma y no resbalar en el desfiladero por el que todos, de una forma u otra, transitamos con nuestras mochilas y carros. Que se ha vuelto olvidadiza con los preceptos fundamentales de honradez y decoro. Que premia al pícaro y al ignorante. Y al que sabe hacer trampas y es vicioso. Hoy pienso que también es descreída, a fuer de frustración e incertidumbre. Y que por eso actúa así.

Y que para defenderse crea sus pequeñas burbujas, donde algunos pocos se resguardan. Y se enseñorean y repiten los cánones generales creyendo respetar la pureza de las esencias y la ortodoxia. Veremos.

Artículo anteriorÉxito de público en la 33 edición del Clásico de Cáceres
Artículo siguienteEl tren rápido no para en Plasencia para no retrasar el viaje

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí