Desde mi ventana
Carmen Heras

Confieso que siendo niña siempre me producía desasosiego el párrafo completo, tal como se encuentra en el Evangelio de Lucas, y del cuál extraigo una parte: “…¡Ay de las que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días! Porque habrá una gran calamidad sobre la tierra, e ira para este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.» Sobre todo, el presagio de las mujeres encintas, a las que imaginariamente yo “veía” en el trance de dar a luz entre fuego y devastación. El lenguaje oriental en los textos es poderoso en imágenes y me impresionaba (y aún lo sigue haciendo) la simbología.

Aquí, en el momento presente, todos los análisis políticos coinciden en subrayar lo grave de lo qué sucede: la extrema derecha ha llegado. Unos, desmenuzando los puntos negros de la misma; otros, responsabilizándose de las causas; los más, tirando de la anécdota, aunque no debiera ser considerada como tal.

El mínimo sentido común advierte de que nada ocurre por casualidad

No me gustan los lotes de plañideras a posteriori, pues el mínimo sentido común advierte de que nada ocurre por casualidad. La creencia de que los derechos y libertades se logran de una vez para siempre, equivale a una necedad de primera magnitud. Unos y otros (para subsistir) han de ser defendidos en cualquier situación en los que estén siendo sitiados, sea la hora que sea y el rol que se tenga. Y no me refiero, necesariamente, a la participación en concentraciones multitudinarias, sino a la poderosa fuerza del ejemplo en las actuaciones individuales de cada cuál.

La defensa de derechos y libertades incumbe a todos los demócratas y éstos no debieran pervertirlos con exageraciones y desfases, como a veces hemos visto en los últimos tiempos. Porque si se hace, se da pábulo y argumentos, para criticar los excesos, a quienes desde el principio nunca estuvieron convencidos de su importancia y prefieren otro tipo de conductas o de gobierno. Sea en el asunto “mujer” u otro singularmente importante, por citar algún ejemplo.

Por vez primera, he comenzado a oír el término “democracia diabética”, definitorio de la situación que nos ocupa: una democracia sana en apariencia pero internamente aquejada por una enfermedad que la deteriora. Al no respetar las reglas cruciales, vapuleada por los exageraciones sectarias de unos u otros, con la desinformación y el populismo por bandera, a derecha e izquierda.

Para la izquierda, lo ocurrido electoralmente en Andalucía es de gran importancia. Perder el gobierno, producirá movimientos personales y políticos. Se pierde sobre la cara e imagen de una mujer, a la que a partir de ahora se intentará apartar de cualquier sitio clave de decisión, las señales se atisban por todas partes. Pero yerra quien crea que solo ella es la que ha perdido, cuando la derrota tiene tantas causas y frentes, aunque algunos no se den por conocedores. Aquellos que en época florida la ensalzaron, la criminalizarán, o harán el intento, ante cualquier asunto que los nuevos gobernantes andaluces pongan sobre la mesa con el objetivo de “quemar toda la tierra” bajo los pies y que no sea fácil la vuelta de los que se van ahora.

Artículo anteriorEuropa
Artículo siguienteMigrar

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí