Desde mi ventana
Carmen Heras

Esta es la historia que escuché de mis mayores: A la aldea llegó un joven sacerdote, recién salido del Seminario. Lo acompañaba su madre, convertida en “ama del cura” por obra y gracia de las costumbres de aquellos tiempos. El muchacho, muy joven y tímido, se llamaba Horacio y aquella era su primera experiencia como pastor de almas.

Y sucedió que le gustaba mucho jugar al frontón, ese juego de pelota que consiste en arrojarla con fuerza para que rebote sobre una pared fija (uno de los muros laterales de la iglesia del pueblo, en el caso que nos ocupa) y vuelva nuevamente a las manos del jugador. Y ocurría que, cuando jugaba con otros, eran muchas las veces que la pelota se desviaba yendo a caer a una de las cortinas (finca de “aprovechamiento agrícola/ganadero delimitada por muros de pared de piedra que constituyen un apreciado patrimonio etnográfico”) cercanas, propiedad de una vecina ya entrada en años, a la que siempre debían pedir permiso para saltar la cerca y entrar a por ella.

Abría la mujer la puerta de la finca para dejarlos pasar, al principio con paciencia y agrado, pero dado que el hecho se repetía, una y otra vez, comenzó a cansarse la dueña de tanto trajín, hasta que un día no pudo por menos exclamar para cuantos quisieron oírla: “¡Caramba con el muchacho, ahora resulta que nos ha salido un cura pelotero!”.

Pelotero, dícese del jugador de pelota, pelota traviesa que salta y rebota y vuelve a saltar sin pedir demasiado permiso… No me digan que no es todo un símil… para muchos.

Vivimos tiempos de incertidumbre, y en las incertidumbres no viene mal recordar algunos refranes, tan atinados, por si acaso nos sirvieran de solución. Harto está el personal de la desmesura con la que se enjuician los méritos y deméritos de unos u otros según quienes sean los que lo hagan. No siempre hay equidad en el análisis de personajes y circunstancias. Y la polarización existente hace el resto. Y la que viene…

¡Ay los curas peloteros!… esos que juegan a tirar la pelota, cayendo como quiera, mirando con gafas gruesas, quien sabe si para distorsionar (inevitablemente) la carrera de cualquier contrincante. El movimiento lo producen algunos políticos y lo propagan las redes y medios de comunicación. Claro que si entendiéramos el papel de los medios como algo propio de su condición de ser y existir, seríamos más inteligentes a la hora de creernos algunas cosas de las que se narran, jugando a su juego. Sabríamos que han de escribir para justificar su salida al mercado a diario. Han de exagerar lo corriente para atraer la atención del comprador potencial, han de insistir en las formas y el método como parte del análisis y del contenido, de la misma manera que el contenido propio de algunas disciplinas académicas son los métodos de aplicación de los contenidos de otras. Como en las didácticas, por ejemplo.

A los peloteros siempre les gusta hacer bailar a una pelota. Así que la cogen y arrojan sin titubeos, decididos a que rebote y vaya y venga hasta volver a sus manos. Aunque caiga en lugares equivocados y haya que desviarse a buscarla, la atención de los espectadores va con ella. Y es que si aparecen los pastores de almas peloteros ya no hay nada que hacer. Cuando juegan, cuando quieren ganar…

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