Además de bailarín, coreógrafo y director eres licenciado en psicología ¿Qué aporta esta disciplina en tu arte?

La danza se percibe desde la acción y la psicología como el estudio de la conducta humana y tienen mucho en común. Lo que he aprendido tanto en una como en otra área completan el mensaje que se transmite en mis obras. En ellas siempre trato de sugerir mundos, de abrir un camino para poder entender o identificarse con una imagen desde múltiples lugares.

Con este currículo ¿Qué te interesa contar como creador?

A mi me gusta hablar de las personas. Soy muy curioso y casi que siento curiosidad por cualquier tema. En las obras hay mucho de las personas, de lo que nos une y nos separa, de los instintos y de lo artificial. Juego con contrarios todo el tiempo, con lo de adentro. Indudablemente mis ancestros y mi lugar en el mundo me ha aportado una forma de ver y de recoger todo lo que me rodea. Cuestiono todo lo que pongo en escena, pero cuando intuyo que lo que hay tiene verdad, me guste o no, se queda.

Pese a tener una formación clásica has optado por la danza contemporánea ¿Qué te aporta cada una de estas técnicas?

Yo no hablo de lenguajes ni de códigos en mi creación. Me fijo más en el cómo se hacen las cosas que en lo que se hace. Para mi los códigos están en el proceso pedagógico, cuando se baila o se crea es algo que está más allá y es el cuerpo en toda su dimensión y recorridos. La danza clásica me parece un excelente entrenamiento, imprescindible en muchos casos, pero no es necesaria. Lo contemporáneo se acerca más a la versatilidad del cuerpo, y a mi me gusta ver muchos registros.

Al hilo de lo anterior ¿Cómo es para ti la relación entre el cuerpo y la danza contemporánea?

Podemos hablar de danza porque hay un cuerpo que se mueve y comunica algo, se entienda o no. El lenguaje contemporáneo trata de acoger todos los posibles. Lo que si está claro es que cuando hablamos de danza se está hablando de cuerpo, y por supuesto de alma, e incluso me atrevería a decir que cuando se habla de cuerpo, aunque no se quiera se está hablando de danza, de danza de la vida.

Tienes tu compañía desde 2004 ¿Cómo ha sido la evolución de tu lenguaje en todos estos años?

Al comienzo había mucha influencia de mi experiencia como bailarín para otras compañías, pero poco a poco mi lenguaje fue evolucionando hacia algo más personal, más animal dicen algunos y menos de género. No sabría definir por qué camino ando ahora mismo, y eso me gusta. Se puede hablar de un lenguaje Daniel Abreu, pero si algo me gusta de lo que hago es que no me paro a racionalizarlo, me gusta perderme en mis gestos e intuiciones.

¿Cómo es el proceso creativo de Daniel Abreu en general y de ‘Perro’ en particular?

Empiezo siempre por el cuerpo, eso no ha cambiado mucho. Me gusta ahondar en las tensiones y ligerezas de los músculos y huesos para inventar o proponer secuencias de gestos bailados, lo que son pautas concretas de movimiento. De ahí paso a entender quién es ese personaje, no le pongo muchos nombres porque prefiero la intuición. Más tarde voy componiendo escenas casi más por ritmo que por un guión establecido. A día de hoy no me interesan las historias representadas. Me gusta llamarlo más como universos que puedan hablar de figuras. Lo hago por capas, poniendo música, espacio, vestuario y cuerpos en movimiento que se complementan. Perro es una obra de 2006, casi de los orígenes de mi carrera como creador. Ha girado por mucho mundo, y sigue emocionando.

Entonces ¿Qué es con lo que se va a encontrar el público del Gran Teatro el próximo 18 de diciembre?

Es un trabajo en solitario sobre el mundo de las apariencias. Todo lo que se puede ser y todo lo que se quiere ser, para llegar a mirarse hacia adentro y verse a sí mismo con la realidad de cada uno, de puertas para adentro. Es un trabajo en el que hay de todo. Se viaja desde la teatralidad a la danza más pura, pasando por el humor, la observación y la nostalgia. Es un trabajo que como ya comenté ha girado mucho, y es una obra fácil de acoger. A mi me gusta representarla, y tengo muchas ganas de hacerlo por primera vez en Cáceres.

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