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Cánovers /
Conrado Gómez

Cada día me convenzo un poco más de que vivimos una época marcada por el oligopolio epidérmico de los asuntos anodinos. Nos preocupamos más de lo accesorio que de lo sustancial y así cabalga el jinete de la injusticia, a sus anchas. Si la semana pasada se sentaban en el banquillo del juzgado de Palma los acusados por el caso Nòos, la noticia parecía girar exclusivamente en torno al gesto impertérrito de la Infanta Elena. Los medios no analizaban nada de la trascendencia del caso. Se quedaban en una instantánea, de cuna y realeza, eso sí, pero una imagen al fin y al cabo. Llamaba poderosamente la atención que adujeran en su defensa la aplicación de la ‘doctrina Botín’, esto es, que se desautorizara la potestad de la acusación popular —en este caso, el sindicato Manos Limpias— que se personó en la causa y que por lo visto “no era ni juez ni parte” para denunciar a la Infanta. Poca cosa importa que ese derecho venga recogido en la Constitución. Claro que después de escuchar a la fiscal decir que “Hacienda somos todos” es solo una campaña publicitaria, a uno se le quitan las pocas ganas de seguir creyendo que ante la justicia somos todos iguales sin importar raza, sexo o religión.

El bipartidismo llegaba a la cita con cara rara. Es como si los invitados a casa se quedaran de repente a vivir

El miércoles pasado los diputados y diputadas acudieron a la Cámara Baja a jurar o prometer sus nuevos cargos. Un parlamento desconocido hasta ahora por las numerosas fuerzas políticas heterogéneas que se darán cita este cuatrienio, al menos hasta que se convoquen nuevas elecciones, si se diera el caso. El bipartidismo llegaba a la cita con cara rara. Es como si los invitados a casa se quedaran de repente a vivir. La diputada de Podemos, Carolina Bescansa, que también tomaba su cargo se presentó con su hijo en brazos. Unos miraron a la diputada condescendientes y otros con cierta desaprobación ante tan inusual práctica. Suponemos que lo hizo porque no tenía con quién dejar a su hijo, a pesar de que el Congreso tenga una guardería, o incluso a pesar de haberse llevado consigo a la niñera. ¿Lo hizo como gesto simbólico para reclamar una verdadera conciliación de los ámbitos laboral y familiar? ¿Lo hizo para atraer el foco mediático para ella y su grupo?

La conciliación es precisamente poder compaginar trabajo y familia sin perjudicar ninguno de los dos. Y se habla normalmente de la mujer, pero el hombre concilia poco, no porque no quiera, sino porque no puede. Para ella son cuatro meses, 16 semanas. Para él tan solo dos. ¿Cómo se puede conciliar así la vida pública y privada? Las leyes en este caso están muy por debajo de la realidad, que va a otro ritmo. Sin embargo, lo que hizo Carolina Bescansa no fue conciliar, sino llevarse de paseo a su hijo.

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