Lunes de papel /
Emilia Guijarro
Estos días he visto en las redes sociales imágenes como ésta, que se han compartido con profusión. Este mensaje propugna una separación entre conocimientos y educación, como si eso fuera posible. La educación, en casa. Los conocimientos en la escuela. Y el mensaje se comparte de forma masiva, como si los docentes estuvieran exentos de educar en valores, como si la sociedad no les hubiera encomendado esta tarea.
Nada más lejos de la realidad, el maestro, es un «educador cívico». Es impensable una linea roja que separe lo que se debe aprender en casa y lo que se aprende en la escuela. Y más, cuando para educar a un niño, se debe involucrar toda la tribu. Y hoy en nuestra particular tribu no estamos solos la familia y los docentes; a nadie se le escapa el poder de influencia y educativo que tienen los medios de comunicación, en concreto la televisión.
A nadie se le escapa el poder de influencia y educativo que tienen los medios de comunicación, en concreto la televisión
Y ahí es donde quiero llegar, a ese pacto por la educación que debe abordar el nuevo Congreso de los Diputados: Y que, además de otros aspectos puramente educativos, debería plantearse, entre otras cosas, los horarios de programas protagonizados por niños, programas basura en horarios en los que los niños están en casa, etc.
Para muestra, un botón: si los juguetes de la archiconocida «pandilla canina» han arrasado en ventas, no es porque los padres les cuenten un cuento de los personajes, o porque sus profesores se lo enseñen en clase, sino porque es un éxito televisivo. De la misma manera otros valores se cuelan en el intelecto de los pequeños espectadores. Ahora, mientras escribo estas líneas, a las siete de la tarde, veo, en una cadena generalista, un anuncio de un programa en el que una señora está llamando » zorrita » y «fea» a una concursante…, y le aconseja que se opere la nariz y el pecho. Juzguen ustedes mismos…
