Desde mi ventana
Carmen Heras

Por experiencia se que no cejarán ni los unos ni los otros. A veces, un entorno pequeño supone una imagen de un escenario mayor. Con los mismos métodos e idénticas circunstancias suelen suceder situaciones y resultados parecidos.

Priman mucho las mayorías absolutas en el sentir popular y político. Aquel que logra una de ellas, se siente revestido de una gracia superior frente al resto. Es como el artista al que sus fans idolatran, contándose por miles. Tienen la legitimidad del número mayoritario, son “el no va más”.

Sin embargo, las mayorías legales conseguidas de otra forma han de estar siempre justificándolo, que si esto, que si aquello, que si por aquí, que si por allá. Somos un pueblo de líderes “absolutos” (de absolutismo), de gobiernos mayoritarios de un color, de extremos. Y la época, con sus contradicciones, casi siempre se pone de perfil y no ayuda en este intento de pasar de las “adhesiones inquebrantables” a la “elaboración” de consensos inteligentes y pragmáticos para lo básico y fundamental. Aunque sólo fuera porque así se demanda por los votantes.

“Lo que es” (qué nunca puede tomarse como algo absoluto) “tiene” menos importancia que “lo que parece”

Se de lo qué hablo. Cuando la opinión pública se desplaza hacia la idea de que todo es un barullo, el barullo existe, porque existe como idea previa en las mentes y cualquier ejemplo, por tonto que parezca, lo “confirma” a ojos de quienes lo cuentan y desarrollan. Y para ello no hacen falta multitudes. Con que una sola persona, aún siendo una histriónica reconocida, haga teatro dramático con todo, basta y sobra porque los hechos estrambóticos realizados por ella se pondrán por delante a cualquier acción seria de gobierno sin tanto morbo para los comentarios.

En la sociedad nuestra de hoy, en la que la imagen ocupa un lugar preferente, puede que las anécdotas estén tapando el paso de las categorías. Por eso la bronca política entre contrincantes tiene mayor espacio en los telediarios que ninguna otra actitud o circunstancia y la curiosidad malsana ha sustituido a una reflexión sobre lo qué sucede para la que no hay tiempo, ni tampoco demasiado interés en hacerla.

Aún así, existen muy buenos articulistas, aquellos que introducen inteligentes el bisturí y diseccionan. Pero la generalidad de ciudadanos apenas los leen, si comparamos este número con el de los espectadores de cualquier programa televisivo de máxima audiencia. Por eso, “lo qué es” (qué nunca puede tomarse como algo absoluto) “tiene” menos importancia que “lo qué parece”. Cuando esto último es más atractivo para el fin propuesto.

Tal como van las cosas, cualquiera que aspire a ser un político profesional de los de sueldo, no es que no tenga necesidad de un currículo, sino que deberá ampliar sus conocimientos en materias tales como la psicología, la probabilidad, la historia o el derecho. Y deberá firmar un contrato con el personal de la administración que presida, para saber a qué atenerse en cuanto a obligaciones de unos u otros en cualquier circunstancia. Por si acaso…

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