Reflexiones de un tenor
Alonso Torres

Se va a llamar M.S.M. El bastidor, en donde se inserta/monta el motor (y todo lo que hay alrededor), es de un Cerdo de Milwaukee tipo Rocker T; el motor es también de Harley Davinson (Fat Bob), pero los cilindros (Chief), al igual que el depósito (Scout) son de Indian. El cuadro de mando y las luces son de Triumph (3WH); los guadabarros y los estribos son de BSA (M20); el sillín, no demasiado largo y sí muy cómodo, de Ducati (Mini 3). Para la rueda delantera, una Goodyear F, y para la trasera, una Dunlop Felixx.

Le acunan, le acunan llevándole a lugares comunes de su infancia

Lleva el número veinte (20) en su Tirrell (seis ruedas, seis) de color blanco y verde, y acaba de ganar en Imola (una carrera bronca contra los Ferraris, en su casa, en casa de los Ferraris; en la última curva a la derecha pudo con los dos y él entró primero. Se paró en la misma recta de salida y miró al cielo sonriendo, luego fue a por sus mecánicos, para abrazarlos y llorar de alegría), pero lo que quiere, ahora que es agasajado por espónsores, aficionados, fans, público en general y periodistas, es meterse en su caravana mientras le llevan hasta Monáco (para leer a Bromfiel, y es que los amores de Ransome y esa inconformista jovencita casi púber, y los del Mayor Safti y Lady Edwina, le gustan, le distraen, y le acunan, le acunan llevándole a lugares comunes de su infancia), y una vez allí, en Montecarlo, marchar hasta el taller de Bartotti (cuyo logo son unas gafas aviador Ray Ban sobre un motor de explosión) y ver cómo va su idea motociclística.

“¡Mira, ya está el monstruo!”. Le dice Remo cogiéndole por los hombros. “¡Ah, joder, y felicidades por lo de Imola. En toda la boca le distes a los Ferraris. Que se jodan esos macarras!”. En el centro de la sala de máquinas está la motocicleta terminada, concluida, limpia, brillante, dispuesta, grande y de color negro. La miran, la rodean, se agachan, musitan palabras sueltas… ambos están emocionados, uno por ser el creador material de la cosa, y el otro, a pesar de su victoria en Imola, conmovido porque su M.S.M., Mary Shelley Motorcycle, es ya una realidad y va a retorcerle la oreja desde allí hasta Saint Tropez (y tomarse en Le Quai un vodka dry a la salud de los escritores, porque eso es realmente lo que a él le hubiera gustado ser, un jodido y maldito escritor, viajero).

Artículo anteriorTormentas y arroyos
Artículo siguienteCabalgando a lomos de un tigre

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí