Rachelle Nizigiyimana. @UNICEFBurundi/2022/Hamburger

Las reiteradas crisis sanitarias que ha sufrido la población en Burundi han favorecido que muchos niños y niñas en estas regiones se vean afectados de manera desproporcionada por la falta de acceso a los servicios sociales básicos de salud, vacunación o inseguridad alimentaria. Así mismo se ven privados de sus derechos al agua y al saneamiento, lo que interfiere finalmente en su salud, puesto que sufren episodios de diarrea y otras enfermedades asociadas al consumo de agua no segura o a la mala higiene.

Para prevenir y dar respuesta al cólera en la población más vulnerable, UNICEF está desarrollando un proyecto con el apoyo de la Diputación de Cáceres para mejorar el acceso al agua, el saneamiento y la higiene en Burundi. La iniciativa se realiza en tres ámbitos: promoviendo el acceso al agua, construyendo letrinas separadas por sexo y formando al personal en Centros de Salud; y desarrollando planes locales de respuesta a epidemias de cólera; e instalando puntos de acceso a agua y letrinas en escuelas.

Rachelle Nizigiyimana

Tiene 64 años y apenas recuerda los días oscuros en los que casi muere de cólera, a pesar de que sucedió hace solo dos meses.

“No esperé mucho antes de pedir ayuda”, dice, sentada dentro de la pequeña casa de adobe en Rugombo, provincia de Cibitoke, donde ella y sus dos nietos viven sin agua ni electricidad. “Después de algunas horas de vómitos y diarrea constantes, supe que estaba al borde de la muerte”.

Rachelle recuerda vagamente a su hermano mayor llevándola en moto al centro de salud más cercano. “No recuerdo qué pasó después”, dice.

Deshidratada y apenas consciente, ingresó en el departamento de cólera del centro de salud, donde recibió una vía intravenosa con glucosa, electrolitos y agua. Tan pronto como pudo tragar, tomó un antibiótico y comenzó a beber una solución de rehidratación. A los cuatro días, fue dada de alta.

Rachelle, que es viuda y está a cargo de sus nietos, es extremadamente pobre y depende completamente de los ingresos de su hermano para sobrevivir. Ella y sus nietos a menudo no tienen más remedio que beber de las aguas turbias del lago Dogodogo, a unos dos kilómetros de distancia. Muchos de sus vecinos están en la misma situación.

En áreas con saneamiento deficiente, los ambientes acuáticos son la cuna de la bacteria responsable del cólera. Una vez dentro de los intestinos humanos, emite una toxina tan virulenta que provoca que el cuerpo elimine todos sus fluidos.

La deshidratación convierte a sus víctimas en cenizas. Si no se tratan, pueden morir de shock e insuficiencia orgánica, a veces solo unas pocas horas después de que aparecen los primeros síntomas.

“El agua limpia es difícil de conseguir”, dice Rachelle. “Para conseguir un poco, hay que ir al cerro Mparambo, a unos seis kilómetros de aquí”.

“Y no es gratis. Tienes que pagar entre cien o doscientos francos [$0,05 a $0,10 dólares] por veinte litros”. En uno de los países más pobres del mundo, tales costos son prohibitivos para muchos.

En Burundi, la amenaza del cólera tiende a agravarse cíclicamente, surgiendo y desapareciendo entre los muchos casos de diarrea. Las áreas occidentales del país, que abrazan las orillas del lago Tanganica, son particularmente endémicas.

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