Historias de Plutón
José A. Secas

Rematando la cúspide en compañía del famoso trío de Keops (también conocida por la Gran Pirámide de Giza), Kefren y Micerinos y de otro puñado de poliedros de piedra de base cuadrangular y caras triangulares al otro lado del charco, como las de Teotihuacán, Chichén Itzá y Uxmal, la Pirámide de de Maslow y su famosa teoría rematan el conjunto de la asociación de mi pedrada mental. La Pirámide de Maslow no solo se convirtió en un referente en el mundo de la psicología. También en los ámbitos empresarial, de mercadeo (como bien dicen en Mexico) y en la publicidad, esta escala de necesidades dibuja un aspecto de la vida que da que pensar (y que sentir).

Independientemente que Mahmoud A. Wahba Y Lawrence G. Bridwell pusieran en tela de juicio científicamente su teoría demostrando las pocas evidencias existentes de que su orden de necesidades estuviese bien o mal enumerado y organizado y de que antes Manfred Max Neef y Martin Hopenhayn hubiesen argumentado que eso de la jerarquía y la importancia un unas u otras necesidades se las había sacado Maslow de la manga, lo que a mi más me gusta es que el cuadro queda delimitado. El triángulo, en este caso. De la base hasta la cúspide puede pasar de todo, pero no te puedes salir. Según el Desarrollo de la Escala humana, las necesidades son pocas, finitas, clasificables y universales. El aspecto cultural lo alborota todo más. Esto es lo que hay. Apáñatelas.

Volviendo a Maslow, en un alarde de asubolismo mental intrínseco, me coloco en la base de la pirámide satisfaciendo una tras otras las necesidades básicas en plena Emérita Augusta en sus siglos de apogeo. El asunto de la homeostasis lo tengo bien apañado y resuelto. He dormido muy bien entre sábanas limpias y caricias dulces. Ayer cenamos mucho. He inspirado el aire límpido de buena mañana y bebido una jarra de agua fresca. Ver al granado en flor me ha sacado del escalón de la pirámide. Bajo a la base. He paseado por el foro y al volver a casa he parado en las letrinas publicas y me he sentado a reforestar. He plantado un pino contundente charlando con Lucius y Marcus y me he vuelto a casa por la sombra a echarme una siesta. Por el camino he pensado en el placer de cagar.

Y todo este cuento venía porque cuando rechazas a una persona o a lo que dice mandándola a cagar con esta locución malsonante -necesidad que me agita vehementemente en estos tiempos- igual lo interpreta de clave del siglo II y se cree que la quieres bien. Hay que ver cómo pasa el tiempo y lo poco que nos toca en el reparto. Yo me voy a dedicar a saborear el presente en la base de la pirámide y haré excursiones a la cima para coronarla, pero solo de vez en cuando. A veces, lo mejor es sentirse un poco básico.

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