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Con ánimo de discrepar /
Víctor Casco

El Senado, esa cámara de segunda lectura absolutamente prescindible y que solo sirve para que los partidos tengan aparcados ahí a sus viejas glorias para que no molesten demasiado —es un cementerio de elefantes, por resumir—, con su peculiar sistema de voto, otorga al PP una mayoría absoluta de la que sin embargo carece en términos de sufragios. Por eso, con apenas un 30% el partido de Rajoy no tiene la mayoría de los escaños en el Congreso de los Diputados y, sin embargo, con ese mismo porcentaje, tiene el 60% de los sillones en el vetusto palacio de la Plaza de la Marina Española.

El Senado bien puede suprimirse pero, mientras exista, puede demorar, cambiar o impedir buena parte de las iniciativas que un gobierno de otro color político pudiera impulsar. Toda ley aprobada en el Congreso pasa por el Senado y allí puede entregarse a meses de estudios, puede ser modificada con enmiendas o sometida a interminables trámites burocráticos. Toda reforma constitucional, por ejemplo para eliminar el artículo 151 de Zapatero (un compromiso de Pedro Sánchez), naufragaría en el Senado si el PP tiene la mayoría absoluta… O ciertos nombramientos de calado. Podríamos seguir multiplicando los ejemplos de lo que nos jugamos.

Y precisamente por lo que está en juego es incomprensible la tajante negativa del Partido Socialista a concurrir en listas conjuntas con PODEMOS, COMPROMÍS e IU al Senado: solo así el centro izquierda puede garantizarse la mayoría absoluta en el Senado y corregir un sistema de voto y recuento descaradamente anti-proporcional. Con listas conjuntas hace seis meses todas las provincias menos tres se hubieran teñido de rojo-moradas. Hoy, casi todas ellas son azules.

Ximo Puig y otros secretarios regionales han manifestado su deseo de concurrir en listas conjuntas pero previsiblemente se van a topar con el bloqueo de la dirección federal.

PODEMOS-IU, PSOE, PP o Ciudadanos compiten en el Congreso porque ahí se decide quien debe encabezar el gobierno, pero en el Senado hay que garantizar una mayoría de votos que sirva o para impedir que la derecha retrase las necesarias reformas de un gobierno del cambio (sea de Podemos-IU con apoyo del PSOE o del PSOE con apoyo de los otros) o para contrarrestar las peores leyes del PP si es Rajoy quien gana la investidura. Solo veo ventajas y ninguna explicación razonable al “no, gracias” de Pedro Sánchez. Un “no, gracias” incomprensible.

Salvo que Pedro Sánchez quiera tener una cámara con mayoría absoluta del PP que impida cualquier iniciativa de calado de un gobierno del cambio. O directamente renuncia a gobernar. Triste. Pasmoso. Terrible.

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