Cada vez se observa en más ocasiones el hermanamiento entre la palabra y la pintura. En el caso de “Claroscuro de octubre”, la escritora y el artista exponen idénticos contenidos a través de ambos medios, donde primero fue el poema y, a partir de él, la pintura ha plasmado una interpretación plástica en completa simbiosis con el mismo.

Mientras que la escritora ha desarrollado un proceso que parte de una situación adversa desembocando en una profunda crisis personal y que poco a poco se transforma en un resurgimiento y en la reaparición con más fuerza de la esperanza, de la ilusión, del amor, todo ello a través de veinticinco poemas y tres relatos reforzados con una voz propia y consistente, el pintor crea sus propias visiones de los temas y traduce en otras veinticinco pinturas en paisajes surrealistas con un singular tratamiento del color y las formas, las sensaciones, los sentimientos, la evolución positiva de las situaciones que refuerza y enriquece los mensajes desarrollados por los textos literarios.

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