Historias de Plutón
José A. Secas

Con esta cabecita tan caliente que tienes y que tanto te da de sí para complicarte la vida dándole a la devanadera de los sesos con el quién (coño) eres, de dónde vienes y a dónde vas, parece que te has olvidado de que la base del mecanismo (de la vida) es lo único importante. Dicho de otro modo: da igual lo que pase alrededor si el templo de tu alma no furrula como es debido. Resumiendo: para vivir (ni más ni menos) hace falta (es imprescindible) satisfacer las necesidades básicas (fisiológicas) que son: comer, beber (cagar y mear), protegerse (ropa y techo), dormir y follar (aunque algunos se priven de ello por mandato divino) o, en su defecto, proporcionarse solitariamente placeres sexuales… Ya está. Luego, si tienes tiempo y ganas, te pones a gatear por la pirámide de Maslow hasta coronar la cima para sentirte autorrealizado, pleno (al quince) y henchido de gozo y felicidad y con la autoestima por las nubes. Por el camino superarás (si eso) las cosas típicas de lo que viene siendo la puta vida y aprenderás a afrontar los miedos (o no), a aceptar tus limitaciones (o tampoco), a mezclarte con más o menos acierto con los demás (desde tu cuñado hasta el recién llegado en patera), a echarle de comer al orgullo y a la vanidad porque te crees guay, hasta que, sin darte cuenta (o más consciente que un analista político por estos tiempos), llegas a la conclusión de que la verdadera felicidad está en el principio, en lo más básico.

Cuando llegues a la cima, mira desde lo alto a cuantos andan por la base tragando arena de tormenta

Al hacer el camino a la inversa y ver con perspectiva el recorrido que has hecho, puedes sentirte agradecido por haber nacido en el primer mundo, en el mejor pais y, seguramente, en el seno -qué bonito- de la mejor familia. Si; eres un suertudo. Agradécelo. Mira a tu alrededor y compárate con muchos otros seres humanos que han tenido la mala suerte de que los nacieran en el fin del mundo, ese que se quema, que oprimen, que esquilman, que bombardean, que esclavizan, que se seca, que expolian, que sojuzgan… ahí si que las pasan canutas; y no como tú que te preocupas de jilipolleces y, lo que es peor, lo vas cacareando. Ignorante. Bobo (o boba).

A lo que vamos (que nos ponemos a repartir filosofía de tres al cuarto y aburrimos mirando pajas de ojos ajenos): no hay nada mejor (cuando digo nada, es absolutamente nada) que comer cuando tienes hambre de verdad, beber cuando estás seco (y no te cuento de una placentera, deseada y relajante cagada o meada), una sobadita a pierna suelta con tu almohada, meterte de cabeza en el brasero una perra tarde de invierno o un buen polvo con tu pareja (o en su defecto una consoladora y relajante pajilla). No hay nada mejor. Si estas cosas tan básicas las puedes hacer bien; lo que se dice deputamadre, es señal de que andas por las inmediaciones de la cresta de la pirámide y eres candidato a ser feliz como una lombriz. Eso si, cuando llegues a la cima, mira desde lo alto a cuantos andan por la base tragando arena de tormenta y piensa que podrías haber sido uno de ellos. Empatiza un poco y dale gracias -muchas gracias- a los dioses porque estás allí (o aquí, que es lo mismo).

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