7_Bebelplatz

Reflexiones de un tenor /
ALONSO TORRES

Recientemente he estado en “la patria de Goethe”; por favor, si pueden, lean del imprescindible vate alemán, “Poesía y vida” —je, je, je, no sé si estará disponible para sus e-books-, en ella no se cuentan batallas –algunas sí, pero son de las guerras centroeuropeas que no entran en los planes de estudios eggpañoleh—, no hay sexo  —explícito, que como dijo Freud, hoy superado, “el sexo es todo y todo es sexo”—, no hay aventuras —en donde te encuentras con monstruos, madres de dragones o alquimistas buscando oro y juventud, y no La Sabiduría—, no hay náh de náh, pero está todo, es la narración de la formación personal e intelectual de quien es un puntal de la cultura europea (que existe, sí; Gregorio Morán es prueba viviente de ello, y mierda para la editorial Planeta, y un aplauso para Akal).

Cuando la Bebelplatz se puso petà de turistas, huí y me llegué hasta Leipzig

En fin, que he estado tres semanas en Alemania (terminó mi periplo en Helderheim) para ver la celebración, aunque no tenía claro que tuviera que celebrar o conmemorar nada, de los 25 años del fin de “El Muro” (así, con mayúsculas, aunque en este cochino mundo existan otros muchos muros, mentales y/o físicos), pero no estuve en Berlín los días “gordos”, me tiré allí de lunes a jueves, y cuando la Bebelplatz (donde los nazis quemaron los libros, ¡¡qué inteligentes!!) se puso petà de turistas, huí y me llegué hasta Leipzig (la patria de Leibniz —y no, no es un juego de palabras— “el último genio universal”), que es donde verdaderamente se gestó “la caída” de todo aquello que fue y ya no es. Alemania representaba la ortodoxia del “campo socialista, la parte seria de la humanidad” que dijera Kadarè antes de exiliarse a París (el tío caradura… que por otra parte me cae estupendamente, siempre le roba algún premio al pesao de Kundera), pero en otras partes el Telón de Acero ya se había resquebrajado. Los polacos con su sindicato “Solidaridad” y su ciega creencia en Dios y en Walesa; los checos, que tras el 68 y su Revolución de Terciopelo, podían llevar pantalones vaqueros, como si esto fuera el culmen de la libertad según los cretinos del Partido Comunista Francés; los húngaros, aplastados en el 56 por los tanques rusos, se desmarcaban por su frontera abierta con Austria; Albania, con un Hoxha emparanoiao contra el mundo entero, iba a su bola; Bulgaria era pobre y no interesaba demasiado, exención hecha con su universidad; Rumania era violada por Ceausescu (tengo las imágenes guardadas en una cinta VHS en donde junto con su mujer es ajusticiado por una masa enfurecida… terribles, se asemejan a las de Mussolini); Yugoslavia, líder de los Países No Alineados, se enfrentaba con Moscú (La No Caída).

La RDA representaba la fuerza y cayó, como todo en esta vida, ¿o piensan que esa Tabla De La Ley (parece que fuera el mismísimo Dios quien nos la diera esculpida en piedra, ¡joder!, como a Moisés) que Los Padres de La Patria llaman “Constitución” y que se pasan por el forro de los cohones no va a caer? ¿Eso creen? Al final, les desvelo, el protagonista muere ametrallado a los pies de El muro, como en el libro de Jonh Le Carré, “El espía que surgió del frío”. Nada es para siempre.

 

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