Alfonso Guerra

Desde mi ventana
Carmen Heras

En una época de mucho poder del partido socialista se hizo viral (aunque entonces no existían las redes como ahora) la frase: “Dales caña, Alfonso, dales caña” con la que los fans de Alfonso Guerra lo jaleaban en los mítines.

Alfonso Guerra era (es) un gran mitinero, une la inteligencia al gracejo andaluz y las gracias surgían solas. Sus simpatizantes, y los que no lo eran tanto, entendían a la perfección lo que quería decir. Formó un buen tándem con Felipe González, que funcionó muy bien, mientras lo hizo. Luego, como todo lo terrenal, la relación se avinagró y nada volvió a ser lo mismo.

Muchas veces he pensado en ello, en la suerte, o la perspicacia, que supone tener un número dos que no quiera ser número uno. No todo el mundo lo logra. Por lo general llegado un momento, la persona que ocupa el segundo lugar aspira a ocupar el primero, las intrigas aparecen y ya no hay paz en ningún sitio donde se reparta poder.

No voy a nombrar tándems casi perfectos, porque están muy cercanos y todos los conocemos. Curiosamente hoy, en los partidos más reconocibles no existen. Se tiende a congregar en una sola persona un poder inequívoco, que no admita lugar a dudas, sin distinción.

Posiblemente sea una prueba de debilidad, pero así están las cosas. Uno, con un grupo reducido de fieles, decide lo qué hacer. Siempre. Y si consulta, lo hace con el posicionamiento a favor de los consultados conseguido previamente. Para que no haya sorpresas. Suyas son las estrategias y suyos los mensajes. Y hasta cierto punto, las personas, por cuanto tiene de sumisión todo el proceso. Por ello cuando afirma que se hace responsable de los resultados, lo dice con verdadero conocimiento de causa puesto que lo es. Poco debate interno habrá sobre ello, como no lo hubo previamente, cuando se decidió la manera de actuar.

En los partidos clásicos suele imperar la fe. En el líder. Y en la suerte del líder. Existe una especie de taumaturgia por la que se cree que apoyándolo ciegamente se puede compartir la victoria última. Como en el fútbol. Los elegidos en la fortuna saben lo qué hacer. Siempre. Porque además manejan recursos y prospectivas electorales. ¿Cómo dudar?.

Pero claro, todo el mundo acierta hasta que deja de hacerlo, pues todo el mundo es de carne y hueso y veces hay en las que cualquier número uno, metido en su propia burbuja con muchos frentes abiertos, puede despistarse. O tener objetivos distintos a los que se pregonan en voz alta. Las citas electorales son uno de los ejemplos más palpables de hipotéticas equivocaciones. De tan abiertos como están los resultados en las últimas épocas, por la abundante y variada información recibida desde canales diferentes hacia los votantes. Las elecciones pueden prepararse a la ofensiva o la defensiva. Cuando se organizan para defenderse, hay que cuidar (me parece a mí) mucho, mucho los mensajes. También los implícitos.

Artículo anteriorZafra acogerá diez días de actividades con la fiesta ‘De la Luna al Fuego’
Artículo siguienteLa Bandera Azul vuelve a ondear en la playa de Orellana

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí