El último diente de leche
Víctor M. Jiménez

No hay nada más patético
que los labios de la pequeña
Dorothy Gale pordioseando
favores para los despojos
que recoge por el camino
de las baldosas amarillas.

Ya le dijo el viejo Mago
que él no es una oenegé
ni está para prodigios,
y que para los corazones
y los cerebros
hay casquerías.

Hoy me ha querido canjear
sus famosos chapines de rubíes
por un plato de alubias.
¡Ni agua para la asesina
de la Bruja del Este!

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