La bruja Circe

Está amaneciendo en la dehesa y reina el silencio. Entre el sonido del viento y el pifiar alegre de los pájaros se escucha y fuerte reclamo de un macho ansioso e impaciente, anunciando el comienzo del otoño, con un bramido intenso y prolongado.

Los antiguos pueblos de Europa le hacían la representación de Cernunnos.

Ese antiguo dios celta estaba asociado a la naturaleza, el bosque, la flora, la fauna y la fuerza, la constancia y la fertilidad. El otoño es tiempo de conectar con nuestro interior y de aprender de la naturaleza.

Escuchar y aprender de su riqueza, su variedad, su inteligencia e instinto y recrearse en su belleza, los bosques y dehesas nos premian, con bellotas, castañas, arándanos o setas.

¿Y qué aprendemos del ciervo? Si no paramos a observar y analizamos a este precioso habitante de la tierra descubriremos que podemos aprender, la paciencia de prepararnos para el momento oportuno y a poner toda la pasión en las cosas que deseamos lograr.

A no rendirnos, intentarlo una vez más, una y otra vez un año tras otro hasta lograr las metas.

Trabajando en soledad, para lograr ser mejores.

Añadiendo año a año, una experiencia más, un poco más de sabiduría y desechando los viejos perjuicios o planteamientos erróneos que no dieron resultado.

Intentemos siempre mejorar, como el ciervo, añade a su cuerna una punta más hasta llegar a ser tener la mejor y la desecha cuando no la necesita.

Este tiempo de principios del otoño, se celebraban con cerveza, dulces de calabaza, higos secos y castañas y se preparaba la llegada de Shamain.

Feliz llegada del otoño.

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