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Desde mi ventana /
CARMEN HERAS

Cómo estaremos de calor que hasta mis plantas más sensibles se han estropeado y no sé si podré repararlas. Llego a casa después de unos días fuera y sólo las más fuertes, las de aspecto más bronco siguen verdecitas, verdecitas. Las otras, ¡Dios bendito!, como piltrafas sin color. Ni olor, por supuesto.

Me tienen que perdonar que les haga una confesión: a mí, la relatividad de casi todas las cosas me la enseñaron la ciencia y la vida. Por ese orden. La ciencia, porque cuando es de verdad, se torna humilde, lo mismo que sus emisarios y voceros. Observa, prueba, ensaya, intuye, y ayudándose de conocimientos instrumentales elabora una teoría (una narrativa en palabras de mi hijo) que para generalizarse precisa que sus afirmaciones se cumplan SIEMPRE. Y que aunque, pasado un tiempo, pueda quedar desfasada por descubrimientos posteriores, no pierde su importancia, ni su razón de ser pues sirvió para la explicación presente y nadie la desprecia.

Y en segundo lugar la vida, sí, la propia vida, porque la muy «fresca» pone a prueba constantemente la resistencia de cada uno a las frustraciones. Cualidad que no abunda mucho, dicho sea de forma genérica. Todos hemos podido ver que, aún en cuestiones livianas, son bastantes los que no aguantan los «noes», los «no se puede», los «no gustas», los «no te lo mereces»…Vamos, las exageraciones del clima. Como miplantas.

Y no hablemos de asuntos más complejos…Yo creo que al venir a este mundo se nos debiera entregar un manual escrito con letra clarita advirtiéndonos de estas cosas. De que no hay nada perfectamente puro, ni absoluto, en lo bueno o en lo malo. Que se piensa con la cabeza y no con las tripas aunque duelan; que momentos distintos pueden producir situaciones distintas con resultados varios. Y no pasa nada.

Y además que puede ocurrir que aún siendo hombres o mujeres con suerte, la mayor o menor competencia posible entre miembros del mismo grupo puede terminar en que auténticos mediocres escalen cotas que no lograron otros más sabios o preparados, pero menos «duchos» en astucias y maldades…

«A ese no había quien consiguiera hacerle aprender a leer, en la escuela» -me dijo no hace mucho una maestra, de uno de nuestros insignes líderes políticos… «Pues, mira -le contesté- al parecer no le ha hecho falta»… (Risas). Seguro que, en este caso, sin frustraciones.

Ahora, eso sí, las «jaurías» siempre me parecieron muy desagradables. Tanto perro desaforado corriendo a por la presa. Pero he aquí que ahora están de moda. En vivo y en directo. Lo observamos en los programas de «divertimento», como bien saben, con unos tertulianos tan sabedores de vidas y milagros de los «otros», pero también en otros lugares y actividades, como en el terreno hipócrita de lo social y lo político. Y no cito todos.

Debe ser el calor…

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