lagertha

Reflexiones de un tenor /
Alonso Torres

Guro era una reina vikinga, entre mítica y verídica, que en los tiempos de Las Sagas habitó y gobernó. Se decía de ella que era tiránica (también se dice eso mismo de Dracón de Tesalia, el de “las leyes draconianas”; el que fuera arconte epónimo quitó la potestad de juzgar arbitrariamente, o sea, caprichosamente, y para eso hizo unas leyes duras, sí, mas no al antojo de los poderosos), en realidad la reina Guro fue justa y equitativa, pues no son juzgables aquellos hechos con el papel de fumar con el que ahora nos cogemos el pene para ver quién la tiene más grande, o para mear. Unos dicen que asesinó a su padre, pero otros aseguran que hizo lo que convenía, pues el rey sí que era de los malos, malísimos (indigno y abusivo), y ella, tras tomar una muy difícil decisión (en plan “Aquiles saliendo del gineceo” para cumplir con el papel que en la vida le correspondía, y a sabiendas de que acabaría muerto frente a las murallas tebanas) mató a su padre.

Conocí el otro día a una noruega llamada Guro afincada en Extremadura; “qué caló”, fue lo primero que le escuché en un castellano de muy marcado acento nórdico; ¿y cuál es el marcado acento nórdico y/o escandinavo? Revisiten ustedes las películas españolas de los años 60`s y 70`s, cuando los actores patrios, luciendo bigote y moreno agromán, perseguían a suecas, y por ende a noruegas y danesas (las finesas no se consideran ni escandinavas ni eslavas) por playas y piscinas, y ellas, descohonás de la risa, les decían a los donjuanes nativos, “¡ooohh, eeespañooool, mucho machoooo!”; digo, que conocí el otro día a Guro a través de su amiga Elvira (creía que las mejores croquetas eran las de mi abuela Gene y las de mi madre, pero no hay nada como salir y viajar y conocer otras croquetas, y las de Elvira, con esa mezcla de carne, bechamel y patatera sooooonnnnn, en fin, de lo mejor, y si Lhardy las pusiera a disposición de su clientela madrileña, volvería a ser el establecimiento que mi tía Tomasa conoció, el mejor de la Villa y Corte).

Con Guro hablé de historia noruega, vinos, cervezas, frutos secos, gominotas, altas temperaturas y literatura, y apareció en su boca un poeta (yo le hablé, lógico, de Ibsen       -“no soy político, ni socialista, ni republicano, ni realista… soy simplemente filósofo y observador. Más que símbolos, busco hombres”-, y de los libros que de él había leído, “Casa de muñecas”, “El pato salvaje”, “La dama del mar” y “La comedia del amor”) del cual yo no había oído hablar nunca, Jakob Sande, y lo definió como “visceral y catastrófico, terrible y maravilloso a la vez”. No hay nada de él traducido al castellano (no sé si en alguna antología aparecerá, pero de él solo, no), y mientras la noruega va traduciendo versos del libro “Dikt i samling”, yo escucho a Edvard Grieg, por ejemplo, y para no caer en lo obvio (“Peer Gynt”), el Concierto Para Piano Y Orquesta, Opus 16, en la menor…

 

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