En 2014 España vivió una crisis sanitaria con el ébola; aunque ni color con la actual. En aquel caso, la auxiliar de enfermería Teresa Romero Ramos, de 44 años, se infectó al atender a dos religiosos que fueron repatriados de Sierra Leona y Liberia para ser tratados en España. Ambos fallecieron a los días, sin que los tratamientos que se les aplicaron surtieran ningún efecto. En cambio, en el caso de la auxiliar de enfermería, junto con los antivirales, fue imprescindible en su cura el suero hiperinmune de un donante anónimo que contrajo la enfermedad y que generó anticuerpos. Tras recibir el alta, ella donó plasma para tratar a otros enfermos de ébola.
Ya en la gripe española de 1918 se observó que los pacientes que recibieron sangre de donantes, que se habían recuperado de la infección, se recuperaban mejor. «Igualmente, durante las epidemias de SARS, MERS, y del ébola se probó esta opción terapéutica con resultados que apuntan a una eficacia de la misma», informa en una entrevista a Europa Press la vocal de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) Cristina Arbona.
«En un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se indica que los primeros resultados con el uso de plasma de convaleciente sugieren que puede ser una modalidad de tratamiento potencialmente útil para el COVID-19», destaca la experta de la SEHH. En este sentido, recuerda que otros países están trabajando en esta misma línea. «Lo más importante es demostrar o no su eficacia«, zanja Arbona.
En concreto, el emplear el plasma de donantes recuperados de Covid-19 se conoce como ‘una inmunización pasiva‘. En este proceso los anticuerpos frente al COVID-19 actuarían «aclarando el virus presente en los pacientes enfermos», y también en aquellos que hayan podido estar en contacto con el virus. De esta forma, se evitaría el desarrollo de la enfermedad. «Esto es a nivel teórico. No existen todavía más que pequeños estudios observacionales en esta pandemia y en otras también causadas por coronavirus que deben ser confirmados por ensayos clínicos reglados, que comparen este tratamiento frente a los convencionales», sostiene la experta.
Pero para poder entenderlo mejor, debemos comprender qué es el plasma en primer lugar. Según detalla la también directora del Centro de Transfusiones de la Comunidad Valenciana, se trata de la parte líquida de la sangre, que contiene los nutrientes, sales minerales, y las proteínas. «Una parte de dichas proteínas que circulan en el plasma son las inmunoglobulinas. En concreto, son anticuerpos y son unas proteínas generadas por las células de defensa del organismo, que nos ayudan a combatir los virus y las bacterias. Los anticuerpos o inmunoglobulinas específicos se producen tras la exposición a estos microorganismos», menciona la miembro de la SEHH.
Según indica Arbona, el plasma se debe obtener de personas de las que se sepa que existe confirmación de que han pasado la enfermedad y de que se han curado de ella, gracias a la prueba denominada reacción en cadena de la polimerasa (la PCR). Para ello, se deberá haber obtenido una primera prueba positiva, que indicará que la persona está infectada, y después deberá lograr dos resultados negativos posteriores para cercionarse que esa persona se ha recuperado de la enfermedad.
«Además, debemos detectar la presencia de los anticuerpos en su plasma y deben estar recuperados clínicamente. La recogida de plasma es un procedimiento sencillo y habitualmente exento de efectos adversos. Los centros de transfusión lo realizan diariamente en donantes sanos», explica la miembro de la SEHH. En concreto, consiste en la extracción de sangre mediante un sistema estéril, de un solo uso, a través de una vena del antebrazo, que mediante una máquina, permite separar el plasma, y devolver el resto de componentes, hematies, glóbulos blancos y plaquetas al donante. El volumen de plasma recolectado oscila entre los 400 y los 600 ml. «Con ello podríamos obtener hasta dos unidades de plasma», precisa la especialista.
Los donantes, además de lo anteriormente descrito, deben cumplir con los requisitos específicos de una donación de sangre, matiza Arbona. A su vez, ve recomendable que se realice la extracción entre los 14 y 28 días tras la recuperación clínica de los posibles donantes. Este es el momento justo en el que los títulos de anticuerpos son más altos. Asimismo, destaca que se producen mejores resultados si se aplica cuanto antes en los enfermos o personas de riesgo. «Los pocos estudios publicados parecen recomendar esta práctica, ya que probablemente la carga viral de los pacientes más graves sea más difícil de controlar, además, en estos se unen factores negativos que dificultan per se la recuperación», remarca Arbona.