Historias de Plutón
José A. Secas

Es cosa de la naturaleza de cada cual y del carácter. Unos vemos el vaso medio lleno y otros lo ven medio vacío. El entusiasmo y el optimismo son cualidades que, humildemente, creo que poseo pero, a veces, por dar pistas falsas, por contradicción (¡tan sana!), por desafiar a la norma o por llevar la contraria, me gusta mear fuera del tiesto y mostrar una cara distinta. Gracias a la literatura puedo magnificar, expresar o dar vida a cualquiera de las vidas que encierro y que no dejo aflorar por pudor o por tontería. Hoy me siento mal (y voy y lo cuento).

Me siento a la deriva, como un tapón en medio del océano: sin botella y sin razón para existir. Me siento vacío, como una botella tapada pero sin líquido dentro. Me siento como el líquido perdido que no está en la botella aunque debería estar. Me filtro, me desparramo, me vierto, me evaporo, me siento inconsistente y húmedo; por eso desaparezco. Me siento ausente de esta vida justo en este momento presente. Ahora. La vida que estoy viviendo es la mía pero no la reconozco. Esta vida actual y circunstancial es tan imprevista y tan incierta que no me hallo en ella. Esta vida no se asienta en mi pasado porque mi presente perdió la memoria y me obliga a ser otro. ¿Obliga?; ¿qué o quien me obliga?

Mi destino es seguir flotando y esperar a que me lleve la corriente a una playa

Ahora, me da miedo tener que reconstruirme (si, estoy en ruinas) y empezar de cero. Algunos ladrillos de la base y, sobre todo, los cimientos, los voy colocando por prescripción facultativa, sin conocimiento, sin voluntad. Actúo respondiendo a una obediencia ciega a un buen consejo inoculado en mi consciencia y un poco también -por qué no decirlo- gracias al instinto de supervivencia. Este nuevo presente, no lo controlo. Está verde, desarraigado, sobrevenido, obligado a mirar a un futuro inconsistente sin saber mirar y empujado a olvidar el pasado desde el puro desconocimiento que acusa la memoria caducada; castigada. Es todo agotador y desmoralizante. Así me siento.

Esté presente ignorante sufre por lo que pudo ser sin saberlo. Es un presente inválido, incompleto, vacío, avergonzado y aterrado de ser como es. Es un presente obligado a mirar al futuro (dónde, teóricamente, se encuentra su salvación) pero sin argumentos, sin bagaje con una experiencia demoledoramente insuficiente y reveladoramente frustrante que bebe descargarse de sus evidencias y realidades.

Me ahogo. Me observo y veo que así es difícil mantenerse a flote. Me hundo. Pero no; no puedo: ¡soy un tapón en el medio del océano! Mi destino es seguir flotando y esperar a que me lleve la corriente a una playa y alguien me coloque al final del cuello de una botella llena de agua pura y cristalina; agua que calme la sed (la tuya por ejemplo) o limpie una herida (la mía, sin ir más lejos).

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