La bruja Circe

Ni la distancia ni las excusas, ni aunque cierre los ojos y me tape los oídos, me alejan de los quejidos, la voz del llanto o el dolor de los niños de las zonas en conflicto.

Dar la razón a uno y otro grupo es inútil, de nada sirve a estos pequeños.

Otra vez aumenta el ruido, cada uno arrima el ascua a su sardina, cada cual tiene sus razones y los niños de los dos bando lloran, mueren, son usados de rehenes, de intercambio, o muertos con violencia o negándoles lo imprescindible.

Ahora los grupos de traficantes de sexo o de órganos hacen su agosto y adquieren niños de ambos bandos, los separados, los que van en busca de refugio, los que se han separado de su familia o la han perdido están en riesgo, no solo de bombas, misiles, ataques o terror. También víctimas de estas bandas que no preguntan y si ven una ocasión o debilidad la va a aprovechar.

Niños que son vendidos para las más diversas perversiones o para ir extrayéndole los órganos, hasta encuentran la muerte como una liberación. Sin cuidados, ni vigilancia, separados de su familia, sin ayuda, sin respeto, la vida de miles de niños nada vale.

Y los que sobrevivan en ambas zonas, no se librarán de ser adoctrinados para repetir una y otra vez lo mismo.

Hasta que cada uno de nosotros diga no, hasta que la violencia sea estigmatizada, repudiada, alejada de la educación de los niños, continuará este horrible despropósito.

Escucho y escucho las voces de los niños y mi corazón llora.

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