Lluvia. Felipe Fernández

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Dudas de papel /
Goyo Tovar

Me dicen ahora que llueve cantidad de agua por toda la Patagonia, por el sur del largo Chile y por decenas de regiones del planeta acuoso. Por los campos que transito, el polvo inunda las tierras secas, las fuentes pobres y los pastos amarillos. Así, el agua no es que nos huya, es que se ha cansado de esperarnos y mire usted que el gentío no cesa de componer suplicatorios terrenales o celestiales. Pero los gobiernos de al lado están en malas funciones y aquellos lejanos no suelen atender a las súplicas de los menesterosos.

A cambio, disponemos de las fiestas de agosto, que se reservan y dedican a la hiperdulía que se llena de vírgenes veraniegas del monte, del arroyo, del valle, del risco,… vírgenes de la diversidad que se comprimen en la canción infantil a la Virgen de la Cueva. Incluso se despierta la adoración a santos para encomendarle que las primeras aguas ablanden las tierras para que la buena sementera, sea por San Bartolomé la primera.

Agoreros asociados apuntan a nuevas elecciones generales al campo, a los árboles y al agua. Se presentan ilusionados y con programas tan renovados como otoñales; que por eso, el desesperado auditorio critica a todos por igual, como si hubiera escuchado alguna vez el sabio quejío de que nunca llueve a gusto de todos. Prometen mucho ya que el cielo no les pertenece. Y entre este reconocimiento al agua que no cesa, me llevan las penurias de las regiones resecas del cuerno de madre África, que castiga a sus nómadas y asentados a emplear un tercio de la jornada para cumplir con la rutina ir a por agua, coger agua y venir con agua insana.

Todo esto lo promuevo para decir que seguimos provocando un stress hídrico incluso en las zonas verdes de la región extremeña, así quizá pueda comprenderse lo desconcertado en previsiones, que lo mismo vaticinan inundaciones que sequías. Ahora que los calores se han ido, nos conviene atender a otros elementos climatológicos para seguir hablando del desgobierno del cambio climático.

Para un extremeño, lejos de los mares, puede presentarse incomprensible que los estudiosos alarmen anunciándonos que los océanos está al borde del colapso, que gigantescas zonas de riqueza pesquera se han esquilmado, que las aguas de muchas playas condenan la diversidad de la vida del litoral. ¿Se habrá entendido mi duda?

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