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Historias de Plutón /
JOSÉ A. SECAS

Ahí va una pregunta para que espabiles: ¿qué aportas tú a la vida cultural de la ciudad? Por lo que veo, más bien poco. Es sabido  que existen dos tipos de agentes culturales que, como en toda comunicación, se reducen al emisor y al receptor. Creadores y artistas los hay en mi ciudad; lo conozco de primera mano. Trabajan más o menos profesionalmente (más bien menos que más) y generan y producen obras y material considerado cultura. Por otro lado está el “consumidor” (qué poco me gusta esa palabra) de cultura. Compradores de productos, objetos y obras, visitantes, asistentes y público en general. Estos, se supone, que “dan de comer” a los otros o, por lo menos, engordan su ego que, me consta, suele ser rechoncho y ansioso; pero no de aplausos, halagos y palmaditas en la espalda vive el artista (maldito parné).

Los tiempos están cambiado a pasos agigantados de la mano de la revolución cibernética y tecnológica

Si eres creador me temo que estás encerrado en un pequeño círculo con los compañeros, colegas, camaradas y correligionarios de tu disciplina artística; vamos: los de siempre. Entre ellos hay dos o tres amigos y bastantes amiguetes y conocidos. Sabes de sus obras “de oídas” porque normalmente no vas (ni irás) a sus conciertos, sus representaciones, sus recitales, sus presentaciones, sus inauguraciones o sus exposiciones; mucho menos si no hay “de comer y de beber” (llámalo ágape o vino de honor) o hay que soltar la gallina (llámalo pasta o money). Si eres público en general tampoco te mueves mucho. Vas, si “te cuadra” o y si hay condumio, es gratis y hay un run-run de que pueda ser un encuentro del “todo Cáceres”; ya sabes: a ver y dejarse ver. A veces no te molestas ni por lo que ofrecen los artistas de la familia, ni de los amigos cercanos, menos te mueves por los amiguetes y muchísimo menos por los conocidos. Luego nos quejamos de que no hay oferta cultural y lo que no hay es gente-público que respalde esa oferta.

A parte de la endogamia, mayormente envidiosa, celosa, criticona, cutre y provinciana que padecen los artistas y agentes culturales “emisores” y del poquísimo interés del público en general; salvo a la llamada de los famosos, los mediáticos, los de “toda la vida” o los de “apuesta segura”, nadie va a ir a un acto o evento que aparezca en una agenda cultural normal y corriente. No hay curiosidad, no hay interés, no hay ganas, no hay dinero y sobran excusas y justificaciones. Somos muy rápidos para juzgar y criticar a los artistas y ponemos muy poco de nuestra parte (solo respalo y reconocimiento, jopé). La cultura al uso; la típica y la tópica, la que se queja y llora mientras espera ayudas y un poquino de atención, está en franca decadencia. El público y consumidor de cultura tradicional envejece inexorablemente. No veo a los jóvenes interesados y participativos; van por otro lado. Los tiempos están cambiado a pasos agigantados de la mano de la revolución cibernética y tecnológica. Nosotros: viejunos y clasicotes de la cultura; admitámoslo: nos quedan dos telediarios. Mientras tanto, disfrutemos (si podemos -mejor, si queremos-), de un concierto, de una representación, de una exposición, de una película o de un buen libro. Sea.

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