c.q.d.
Felipe Fernández
La prueba de que la semántica siempre está al servicio de las personas es la cantidad de palabras inusuales que se han incorporado a nuestro vocabulario: desde la que da título a este artículo hasta pandemia, protocolo, virología o desescalamiento, todas ellas forman ya parte de nuestra vida diaria, sustituyendo a otras que, en poco tiempo -esperemos- volverán a recuperar su protagonismo. Y es que esa es una de nuestras muchas virtudes, la naturalidad con la que aceptamos los cambios, aunque sean tan rotundos, aunque sean a la fuerza. Gracias a esa capacidad de adaptación nos hemos convertido en reputados virólogos, estadísticos eminentes y futurólogos profesionales, ahora que las circunstancias nos impiden desarrollar nuestra mejor faceta como entrenadores de fútbol. Tengo para mí que a pesar de los enormes cambios de todo tipo que sucederán a esta crisis,
Los aplausos de las ocho no son solo el reconocimiento merecido y debido, son también un ejemplo de solidaridad y generosidad
determinados comportamientos no cambiarán y seguiremos siendo, como dijo Ortega, “voluntad sin contenido”. Y eso que, como buenos latinos del sur, también podemos ser muy solidarios y montar un hospital con todos los servicios, incluida UCI, en pocas horas; y eso que hay mucha buena gente que dedica su tiempo y sus esfuerzos a fabricar y repartir equipamientos para los que lo necesitan; y eso que los docentes han redoblado sus esfuerzos para mantener la enseñanza no presencial, dejando en ridícula evidencia a los que apresuraron sus juicios sobre la capacidad del profesorado. Así que, como era de esperar, la voluntad termina por implicar contenido y, a las muchas discusiones de bar —¿cuándo volveremos a disfrutarlas en plenitud?— tan propias de nuestro carácter, tan reconfortantes, tan recomendables —ahora lo sabemos— para evitar terapias, se une un afán solidario difícilmente discutible. Por eso, en estos tiempos que corren y en otros que vendrán, resulta obligado destacar la generosidad de tantos para con muchos y el esfuerzo impagable de los que están al pie del cañón. Los aplausos de las ocho no son solo el reconocimiento merecido y debido, son también un ejemplo de solidaridad y generosidad y, sobre todo, una enseñanza para nuestros hijos, futuros conductores de la sociedad después de la pandemia. No sé qué más aprenderán en esta crisis, pero espero que, al menos, recuerden los aplausos y lo que significaban. Y cuando llegue el momento de resumir, que llegará, revisaremos las responsabilidades oportunas, porque eso también es conducir hacia el futuro.