Desde mi ventana
Carmen Heras

Me llamaron unos cuantos compañeros para preguntarme si quería acompañar a las trabajadoras de Induyco en su Manifestación de dos horas a las puertas de la fábrica y les dije que si. Siempre he sido muy receptiva a estas mujeres, asalariadas de una empresa que he visitado muchas veces y que he visto decrecer en empleadas por circunstancias relacionadas con la globalización y los costes de producción inferiores en países distintos al nuestro.

Allá me fui y estuve con viejas y nuevas “combatientes”, de las que no “meten ruido” pero están. Hablamos un buen rato de lo divino y lo humano y me volví a casa pensando en la importancia de no perder de vista el valor de la fortaleza y algunos que otros principios trasnochados como la lealtad y el agradecimiento.

La jornada pasó y ahora será preciso reflexionar y seguir tomando decisiones

Este ocho de marzo ha sido distinto a los anteriores. Se olía en el aire. No se muy bien por qué pero se olía. Tanto, que hubiera sido una necedad no correr al compás de los tiempos. No atenderlos. Cuando avisté el grupo de personas que se iban congregando en el paseo de Cánovas alrededor de las seis de la tarde, intuí que el recorrido hasta la Plaza Mayor sería multitudinario por intergeneracional, apartidista y visible para tantos y distintos tipos de mujeres.

Hubo mucha gente manifestándose: hombres, adultas, adolescentes, niños y niñas. De repente los llamados planteamientos feministas se han generalizado y ya no producen ni el desdén ni el insulto. Ni siquiera la duda en la opinión pública. Y ello marca la diferencia con otras citas. La Plaza, amplia y abierta, parecía estar preparada para aceptar el flujo humano que bajaba desde la Gran Vía. Y todo era relajado y tenía sentido.

La jornada pasó y ahora será preciso reflexionar y seguir tomando decisiones. Una gran plataforma de derechos civiles que cogiera el testigo representado en tantas reivindicaciones explícitas e implícitas, tendría muchas posibilidades de éxito; mayormente porque los partidos no son creíbles en este asunto y es necesario imaginar otras formas de apoyo a las mujeres, a las que estuvimos y a las que no.

Ahora que el momento emocional más álgido ha pasado, será oportuno rebobinar utilizando la razón en la búsqueda de unos objetivos que a todas nos afecten, que a todos (hombres y mujeres) nos conminen a seguir, y sobre todo que logren una mejor vida a quienes se sienten maltratadas sin compasión. En el presente. Aquí y ahora.

No todo me gustó, aún quedan algunas reminiscencias de modos de hacer que considero desafortunados. Pero los paso por alto porque les quedan poco tiempo de vida útil cuando la escenografía busca otro tipo de imagen, a pesar de lo qué crean algunos y algunas. Así que gritemos “bien por las chicas”. Y por sus maestras y maestros!!

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