Tiempos posmodernos
VĆ­ctor Gabriel Peguero

El otro dĆ­a, tras el esperpĆ©ntico espectĆ”culo del Parlament de CataluƱa —esta introducción servirĆ” durante meses—, pude leer el siguiente comentario en Twitter:

ā€œHa mort el franquisme. Visca la RepĆŗblica Catalanaā€.

Esto, que es divertido en sĆ­ mismo por un sinfĆ­n de razones, no deja de ser una contundente, clara e inequĆ­voca representación de lo que yo llamarĆ­a, el ā€œSiglo de Oro de los comentarios en redes socialesā€. Esta nueva etapa literaria que acabo de bautizar se caracteriza por una enorme masa de individuos, enamorados de las letras, que se lanzan a expresar su visión del mundo a travĆ©s de grotescos personajes —perfiles de redes sociales— que no son sino un reflejo de su propio yo en sociedad, una expresión de la relación de su interior y de su espĆ­ritu, con el entorno circundante. Hombres y mujeres dispuestos a compartir con nosotros la profundidad y complejidad de sus ideas. Hombres y mujeres dispuestos a ser testigos de una Ć©poca. Estos individuos hacen uso de tradiciones como la Raholiana o la Annagabrielana y las impregnan de una de las seƱas de identidad de nuestro tiempo: el fracaso absoluto del sistema educativo. Este clima de Ć©xtasis cultural, por la caracterĆ­stica inmediatez de su medio —la red—, nos brinda obras maestras a diario, Obras maestras que son ya, sin duda, identificadoras de la EspaƱa actual. Son muchas las constantes manifestaciones de esta nueva vanguardia: tuits, comentarios en las noticias de periódicos, estados de Facebook… Uno se pierde entre tanta riqueza popular. Por suerte para los enamorados de lo contemporĆ”neo, este movimiento sobrepasa lo cultural, y tiene su impacto en polĆ­tica. Porque todas estas cabezas, autoras de tan letrados comentarios, ejercen, siempre con criterio, su derecho a voto. Surge asĆ­ un, digamos, estado de las cosas, que olvida lo meramente prĆ”ctico y estable para alcanzar un ideal de sociedad basado en los primarios sentimientos de odio, resentimiento e incapacidad para la reflexión. Porque, ĀæquĆ© es el hombre sino un animal? Ante esta ola de desarrollo intelectual, solo cabe sentarse y disfrutar del fruto de aƱos de polĆ­tica para el pueblo perpetrada por, no ya polĆ­ticos, sino visionarios. Han creado una gran nación.

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