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Si te viera Schopenhauer/
Sergio Martínez

Ha llegado la hora. Tras dos años intensos de precampaña electoral, por fin ha llegado el momento. Cuando lean esta columna quedarán once días para el 20 de diciembre. Once días para que se celebren las duodécimas elecciones generales de este país desde que se iniciara la transición de la dictadura franquista a la democracia en 1978. El 20 de diciembre tendré, seguramente, muchas cosas que hacer, pero la más importante será ejercer mi derecho al voto. Un derecho al que sólo la burocracia del voto por correo en el extranjero me impidió ejercer una vez. Como muchos ciudadanos no tengo decidido mi voto y, por ahora, me debato entre estas cinco opciones:

1) Mariano Rajoy (Partido Popular): Sinceramente Mariano Rajoy me aburre un poco. Considero que Soraya Sáez de Santamaría hubiera sido una mejor candidata. Rajoy es un presidente y un candidato anodino, sin chispa ni gracia y, sobretodo, sin carisma ni locuacidad.

2) Pedro Sánchez (Partido Socialista): Detrás de su majestuosa presencia no ha demostrado tener ni inteligencia ni lucidez. Su estampa en el debate organizado por El País discutiendo como un niño pequeño en el patio de colegio fue desconcertante. Todo muy educado, muy bonito, pero, ¿hay algo más? Esa es mi duda.

3) Alberto Garzón (Izquierda Unida): La verdad es que me parece un tipo interesante e inteligente. Que sabe expresarse, todo un logro para la media política de este país, y que tiene argumentos. En su debe, que lidera un partido a la deriva y con pocos visos de tener el más mínimo futuro.

4) Albert Rivera (Ciudadanos): Una fachada impecable y un innegable poder de seducción respecto a los ciudadanos. Por el contrario sus incoherencias me son difíciles de asimilar. Además, no me gusta mucho su soberbia en los debates, ya que su excesivo ímpetu provoca que no sepa escuchar otros argumentos.

5) Pablo Iglesias (Podemos): Su egocentrismo me mata. Su estampa en Qué tiempo tan feliz, cantando guitarra en mano como si estuviera en un campamento, me es muy difícil de superar. Además su incapacidad de pactar con Izquierda Unida para presentarse a estas elecciones juntos, tal vez por miedo de que Alberto Garzón se lo comiera con patatas, demuestra que no ha sabido tener altura de miras.

Así que pueden ver que ninguna opción de los candidatos me convence. Examinaré los programas y decidiré en función de ellos. Lo que sí parece claro, y me alegro por ello, es que este país abandonará el bipartidismo de los últimos treinta años. Está claro que una sociedad tiene matices, que no es ni roja ni azul ni las ideas son blanco o negro, y ese detalle aporta un mínimo de esperanza para la política de este país.

 

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