La bruja Circe

Hace mucho, en Atenas, antes de muchas vueltas y revoluciones, vivía un filósofo, Sócrates, en esa moderna y privilegiada ciudad de donde nacieron ideas y cambios.

Fue el hombre más odiado de Atenas. ¿Cómo? Con, bulos, fakes y acusaciones. Calumnia que algo queda.

Fue acusado de crueldad y corrupción de los jóvenes. Tras su muerte se demostró que era falso pero…

Pero sus preguntas, francas, simples y directas, demolieron las certezas de sus interlocutores, les enseñaron a dudar y eso era incómodo para los que gobernaban y nada mejor que crear un enemigo causante de todos los males.

Hablo de políticos corruptos y falsos maestros que, creyendo que saben, presumen falsas verdades y falsos conocimientos.

Por eso fue condenado a muerte. No por lo que hizo que no era perfecto ni mucho menos sino, por ser un peligro para el poder que debía ser eliminado.

Y lo hicieron echándolo a la turba y no ensuciándose las manos.

La inteligencia es incómoda, siempre lo he sabido. Por eso entre bromas y verás decía que en mi próxima reencarnación me pedía ser guapa y tonta.

La gente quieren ilusiones y no verdad, quieren ser halagados en pocas palabras.

Ya hasta se prohíben las palabras, se borran y eliminan y la claridad mental está prohibida.

La inteligencia asusta, da envidia y ganas de destruirla a quien no la tiene.

De modo que no andes diciendo que tu hijo o nieto es muy inteligente, no le haces un favor. Di más bien que es hábil para las matemáticas o para la dialéctica, así le evitarás años de acoso escolar.

Pero como adultos, aprendamos a identificar las aptitudes malsanas y retorcidas y no olvidemos las lecciones de la historia.

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