El iceberg – Microrrelatos
Víctor M. Jiménez

Cuando la mujer salga, atrás quedará la casa con sus muros impregnados de historias, las voces fantasmales de los chiquillos retumbando en las habitaciones ahora cerradas, el borboteo incansable del puchero diario en la cocina, las soleadas tardes de primaveras inabarcables, las esperanzas bordadas con sangre en las cortinas, las confidencias impúdicamente desnudas con el paso de los años, el torrente limpio de las sonrisas que todavía fluye cada otoño en el patio junto al naranjo, el sabor del pan con chocolate a la hora de la merienda, las agujas de ganchillo con las que tejía los cumpleaños y las fiestas de guardar, la insolente luz atravesando las cortinas en las mañanas de cuaresma, el inefable aroma del café portugués de contrabando, la pandereta perdida un día de San Silvestre, las macetas que regó con sus lágrimas la madrugada que murió el abuelo, el color sepia de las fotografías familiares como teselas mágicas sobre el mueble del salón, el rosario de cuentas pulidas de tanto rezo junto al escapulario de la Inmaculada, el calor del brasero de picón en la estancia desde la que ahora observa a su nieta, la mayor de todas y su favorita, que la espera en el coche para llevarla lejos de allí.

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