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Cánovers /
Conrado Gómez

Qué bien nos viene esta célebre letra de Presuntos Implicados para ilustrar lo que está pasando en el Congreso de los diputados. Y rezaba literalmente: ¡Ah! Cómo hemos cambiado/ qué lejos ha quedado/ aquella amistad. Tampoco es que sus señorías hubieran sido muy amigos antes de compartir Cámara, pero lo del debate de investidura está tomando tintes de culebrón venezolano. Resulta que los que estaban predispuestos a entenderse no lo hacen y rechazan a Sánchez como presidente porque dicen que el acuerdo alcanzado con Albert Rivera, líder de C´s, es incompatible con ellos. Así que vuelta a empezar. Rajoy dice que tras el fracaso de su colega lo intentará él. Pablo Iglesias se acercará, por su parte, de nuevo a Sánchez siempre y cuando no flirtee con la formación naranja. ¿Alguien entiende algo? ¿De verdad esta gente se merece cobrar el pastón que tienen asignado por sentarse en el escaño y ponerse a parir? Es tiempo de altura de miras y respeto por la democracia. Las nuevas elecciones de junio solo demostrarían que nuestros políticos no saben enfrentarse a las adversidades y sólo se ponen de acuerdo cuando la negociación no implica salvar obstáculos.

Lo que sí ha quedado claro es que el Congreso no volverá a ser lo que era. Lo puso de manifiesto el beso esporádico —o preparado— entre Iglesias y Domènech, el tuteo entre éste y Patxi López, presidente de la cámara, o las zapatillas, camisetas y piercings que ya son habituales entre sus señorías. Las corbatas y los trajes ya no son el dress code. Se ha convertido en una alternativa más de fondo de armario. El estilo de sus señorías ya no será nunca el mismo. La verdad es que mola mucho más cobrar 6 mil euros al mes e ir en camiseta. Da más rollo. Ni mejor ni peor, lo cierto es que la entrada en el hemiciclo de nuevas fuerzas políticas ha dado un giro al estilo decimonónico de los ilustres diputados. ¿Se podrá ir en chándal? Debería poderse, la verdad. No hay nada mejor que un par de vueltas al Retiro y una sesión plenaria o una comisión de lo que sea. Hay que trabajar cuerpo y mente.

¿Alguien se está saltando el código de conducta? Quizás fueran normas consuetudinarias que se han ido asentando a lo largo de los años y que nadie ha puesto en duda hasta que no se ha abierto el concepto de política. ¿Habrá roto Podemos este código para siempre o en caso de que desaparecieran se acabarían las zapatillas, las camisetas y los pendientes? Los cambios siempre producen fracturas con lo establecido, pero no deben ser mejores ni peores hasta que no analicemos las consecuencias. Si esta nueva apariencia sirve para que se centren en el mensaje y en los programas de gobierno y oposición, bienvenido sea el look alternativo. Si por el contrario, aflojando el nudo de la corbata también aflojamos el compromiso y exigencia del diputado, habremos desacralizado el templo de la democracia, y con eso no se juega.

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