Reflexiones de un tenor
Alonso Torres

La conocí en Topes de Collantes, que es un parque natural (impresionante, maravilloso, verde, húmedo) que está cerca de Trinidad (población cubana al sur de la isla, en el mar Caribe), y tiene dicha villa una playa rechula, Playa Ancón (de ahí vi salir, del mar, a la mismísima Venus, morena y resalada Bruja.Pájaro, tomar un coco, acercarse a mí y agitar su melena, salpicándome, “vamos, Alon, nos espera el coche”). Descendimos del camión de fabricación checa (se reutiliza todo en Cuba, “resolvel”, incluso la religión, ¡¡¡viva Ochún!!!) y que en tiempos sirvió para la guerra de Angola (<<tras el ejemplo heroico de Cuba y de Vietnam, los pueblos oprimidos rompen sus cadenas, que viva Angola Libre, que viva el MLPA, venció la independencia y la libertad, porque el objetivo final de todo revolucionario, cristiano o no, es la victoria>>, esto se puede leer en el librito que escribió el padre Paltrinam sobre la Teología de la Liberación, “Teología y Revolución”), y vuelvo al tema principal, descendimos del camionazo (las ruedas tenían dos metros de diámetro) en la última vereda del parque y nos pusimos a caminar viendo ceibas, cafetales, tabaco, lianas, pinos, ríos, cascadas, palmeras (ochenta y cinco variedades), lagunas, bellas y maravillosas flores… hasta que dimos con Susana de Los Ojos Negros.

Los cubanos nos miraban y sonreían, ellos sabrían por qué

La Thumbergia Alata puede ser perenne si el clima es benigno, y en Cuba lo es; tiene tallos verdosos y puede superar los dos metros de altura; las hojas tienen forma de corazón, el borde ligeramente dentado; las flores suelen ser de color naranja, tienen forma de tubo corvo y presentan cinco grandes pétalos, y en el centro, los estambres de color negro se asemejan a un botón de terciopelo.

Pedimos permiso a la planta y nos llevamos dos flores que nos colocamos en el pelo, y esa noche, en el “One Dollar” (garito donde todo, hipotéticamente, vale un dólar norteamericano y en donde sirven los mejores cafés frappés de La Isla), las lucimos, a las Susanas De Los Ojos Negros, y fuimos la envidia de los enamorados, “¿cómo se llama la flor, dónde la habéis conseguido?”, nos preguntaron casi sin cesar (mientras los cubanos nos miraban y sonreían, ellos sabrían por qué, y nosotros también).

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