El trabajador sanitario Dau Kiir, en una visita a casa de Lina Abui, que vive refugiada en la comunidad de acogida de Ajoung Thok.

“Este niño podría haber muerto esta mañana”, dice Christopher Otti Ajumara, oficial de salud de UNICEF. “Si no hubiéramos venido hoy, podría haber muerto”.

Estamos en Ajuong Thok, en el norte de Sudán del Sur, y acabamos de visitar a Lina, de 20 años y madre de tres hijos. El más pequeño, Mapir, tiene 9 meses y hace cinco días enfermó de malaria. Es la primera vez que recibe tratamiento.

Ajuong Thok, que alberga un campo de refugiados para quienes han huido de los combates en el país vecino, Sudán, es también el lugar donde se está implementando un programa piloto para prevenir y tratar enfermedades infantiles frecuentes. UNICEF lleva con este programa desde 2016, en colaboración con African Humanitarian Action (AHA), y ya ha tratado a 26.000 niños.

En Ajuong Thok, AHA ha formado a 70 personas de los campos de refugiados y de las comunidades de acogida para que puedan diagnosticar y tratar enfermedades como la malaria, la neumonía y la diarrea, y también identificar a los niños que sufren desnutrición severa.

Tratan a los pacientes en su casa, y enseñan a las familias a prevenir las enfermedades. El objetivo del programa es llegar a los niños en las primeras 24 horas, críticas, tras presentar los síntomas, y hasta ahora se ha logrado en un 98%. “Es uno de los programas más exitosos en los que he estado involucrado”, dice Ajumara. Tratar a los pacientes en casa significa que no tienen que desplazarse hasta instalaciones sanitarias, a las que muchas veces los padres son reacios a llevar a sus hijos, porque están muy lejos y, una vez que llegan, están colapsadas.

Ashi Kaka, una madre soltera de ocho hijos que huyó de la violencia en Sudán, dice que no puede atender a sus hijos si tiene que ir al centro sanitario. “Ahora tenemos a los trabajadores sanitarios. Vienen a mi casa si uno de mis hijos está enfermo, incluso de noche, y puedo darle medicina. Esto me permite tener tiempo para ocuparme de la casa y para ganar algo de dinero para comer”.

En el campo de Ajuong Thok, hogar para más de 37.000 refugiados, conozco a Maria Chichi, que lleva trabajando en este programa piloto desde finales de 2016. Ya se ha ganado la confianza de las madres, que acuden a ella en primer lugar cuando un niño se pone enfermo. “A menudo me levanto varias veces por la noche porque las madres me llaman en busca de ayuda”.

Mariam Ezikial, de 35 años, madre de seis hijos, forma parte de la segunda fase del programa. Su familia y otras 50 recibieron formación en promoción de la salud y prevención de enfermedades a través de medidas como el lavado de manos, un saneamiento adecuado y la vacunación, y ahora estas familias educan a sus propias comunidades.

“Me siento a tomar un café con mis amigos y vecinos y les cuento cómo llevar una buena higiene y una vida saludable”, explica Mariam. “Al principio la gente preguntaba: ‘¿Por qué tenemos que hacer esto? Nosotros no nos lavamos las manos en el lugar del que venimos’, pero después de insistir se han dado cuenta de que eso puede marcar la diferencia”.

Como resultado del Proyecto piloto, el número de niños menores de 5 años ingresados por neumonía, malaria o diarrea se ha reducido un 40%.

Por Ellie Kealey, UNICEF Sudán del Sur

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